Migrantes, comercio bilateral, delincuencia, el muro fronterizo: los desafíos que enfrenta la moderna relación entre Estados Unidos y México quizás nunca hayan sido tan duros y divisivos como ahora, en un momento crítico para ambas naciones.
Con un nuevo presidente preparándose para asumir el poder en la Ciudad de México este fin de semana y el gobierno de Donald Trump adentrándose en su tercer año, los dos países vecinos se mueven entre la crisis y la oportunidad en cada uno de los frentes. Aunque la disputa comercial que el dirigente estadounidense avivó con entusiasmo parece solucionarse, los otros asuntos parecen abiertos y podrían ser focos de conflicto para ambos.
“Este es realmente un momento clave”, dijo Earl Anthony Wayne, exembajador de Estados Unidos en México. “Hay problemas muy graves en el corto plazo que tienen que ser gestionados, y gestionados de una forma que puedan solidificar las relaciones en el transcurso de los próximos seis años”.
El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, asumirá el sábado, apenas un día después de que los dos países y Canadá firmen el acuerdo que sustituirá al Tratado de Libre Comercio de América del Norte que Trump vilipendió en la campaña electoral de 2016 y que se había comprometido a cancelar.
Sellar el acuerdo fue un éxito tanto para el presidente mexicano saliente, Enrique Peña Nieto, como para el yerno de Trump, Jared Kushner, quien asistirá a la firma del pacto entre las tres naciones durante la cumbre del G20 en Buenos Aires, Argentina, y recibirá el mayor honor que México concede a los extranjeros: la Orden Mexicana del Águila Azteca.
Ni Trump, que se ha puesto en contacto varias veces con López Obrador desde su elección en julio, ni Kushner asistirán a la toma de posesión, en la que sí estarán el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, y la esposa de Kushner, Ivanka Trump. Además, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, quien se ha reunido con el canciller mexicano entrante, Marcelo Ebrard, en al menos dos ocasiones, volverá a verse con él en Washington el domingo. Kushner verá al ministro y a su equipo el lunes. Estos indicios apuntan a que la Casa Blanca quiere mantener un estrecho contacto con el nuevo equipo de gobierno mexicano.
Sin embargo, el gobierno estadounidense todavía tiene que nominar a un nuevo embajador para México, un puesto que está vacío desde mayo. Además, la aparente buena voluntad personal y los avances positivos en comercio no pueden enmascarar tensiones más profundas sobre la inmigración y el narcotráfico, las demandas de Trump para que México pague por un muro fronterizo y el despliegue de soldados estadounidenses en la frontera unido a la amenaza de cerrar todos los pasos. Además está el asunto de la frecuente denigración que Trump hace de los mexicanos, diciendo repetidamente que el país envía “delincuentes” y “violadores” a Estados Unidos.
Si no se solventan, podrían derivar en una crisis, especialmente en un momento en el que Trump se acerca a la campaña para las presidenciales de 2020.
″¿Es posible que las cosas vayan horriblemente mal? Absolutamente”, señaló Duncan Wood, director del Instituto México en el centro de estudios Wilson Center. “El ambiente de campaña va a incrementarse, y lo que está claro es que la inmigración no va a desaparecer como tema. Mientras Trump vea ahí una oportunidad política para golpear a los mexicanos y presionar al Congreso para obtener el dinero para su muro, todo esto va a causar problemas”.
Una posibilidad es también que el populista López Obrador pueda verse obligado por la política nacional a alearse de las relaciones cordiales con Washington. El ejecutivo saliente ya exigió a Estados Unidos que investigue un incidente ocurrido durante el fin de semana, cuando guardias fronterizos estadounidenses dispararon gases lacrimógenos hacia México a una multitud de migrantes. El nuevo mandatario podría enfrentarse a hechos similares.
“Tiene una gran coalición que tiene una amplia variedad de perfiles, incluyendo personas que tienden a ser críticas con Estados Unidos”, agregó Wayne. “El riesgo es que no entremos en una situación en la que apartamos más cuando él claramente quiere cooperar”.
En vísperas de su toma de posesión, López Obrador intentó continuar con el objetivo de su predecesor de tratar de demostrar que México es un socio fiable para su vecino del norte.
López Obrador está intentando salvar las apariencias tras aceptar que México acogería a los migrantes que buscan asilo en Estados Unidos a cambio de una gran contribución estadounidense a la creación de empleo en Centroamérica y México para que la gente se vea menos inclinada a marcharse. Ebrard sugirió que 20.000 millones de dólares era una cifra razonable. “Esto es como el Plan Marshall en términos del tamaño del esfuerzo que se necesita”, apuntó refiriéndose a la iniciativa para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
La maniobra parece indicar que el equipo de López Obrador aceptó tácitamente el deseo de Washington de que los solicitantes de asilo se quedan en México mientras se evalúan sus peticiones, a cambio de la ayuda y de un quid pro quo no declarado.
Para algunos, este es un acto de equilibrio en el que el próximo presidente mexicano preserva la dignidad del país al tiempo que evita enojar a su homólogo.
En un escenario ideal, Estados Unidos querría un acuerdo formal en el que México aceptaría convertirse en un “primer país seguro” _ lo que supone que los migrantes tendrían que solicitar la protección en la nación antes de llegar a la frontera _ o en un “tercer país seguro”, al que lo migrantes podrían regresar en caso de que su pedido de asilo fuese rechazado por las autoridades estadounidenses.
El equipo de López Obrador evitó cualquier acuerdo formal simplemente reconociendo los hechos sobre el terreno.
Raúl Benítez, experto en seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de México, dijo que hasta el momento López Obrador ha demostrado ser un experto en el manejo de las relaciones internacionales pese a no tener casi experiencia.
“Con Estados Unidos tiene buena relación”, señaló Benítez. “La política exterior es lo que yo he visto mejor” en el próximo gobierno, apuntó.
“En el tratado de libre comercio, él metió las manos en la negociación y no estuvo mal”.
Pero otros no se mostraron tan satisfechos.
Erika Guevara-Rosas, directora de Amnistía Internacional para América, escribió que “Si México accede a hacer el trabajo sucio de Estados Unidos a costa de la dignidad y los derechos humanos de los miembros de las caravanas, estará pagando, en la práctica, el vergonzoso muro fronterizo de Trump”.
AP