Nos estamos jugando el destino, la identidad y el proyecto de nuestra sociedad
En nuestra historia política los hechos políticos constituyen no solo un problema ético, como moral, sino también un abordaje de acción política a concretar.
El recuerdo es un arma concreta de lucha política, porque se trata, nada más y nada menos de repensar. Es un problema de responsabilidad histórica, de dos saberes en pugna. Olvido y memoria, dos estrategias en pugna donde se juega el saber histórico de la lucha. No hay distraídos.
Recordar, es ejercer estrategias de acción. No es un problema de psicología social. Es un problema de tácticas y estrategias de acción política. Porque no se trata sólo de recordar el pasado. Se trata de denunciar el futuro que se avecina con sus nuevas máquinas en gestación.
No nos olvidemos de que las dictaduras reprimen y las democracias facilitan.
Las dictaduras en cambio, crean mecanismos productores de disociaciones y fabrican condiciones para la producción de subjetividad, de identidades fragmentadas y de éticas fracturadas, como el odio, como norma cotidiana.
Esto le ha permitido al Régimen, la complicidad de un gran sector de la población con el terrorismo de Estado, a través de una complacencia con los delitos que a diario se cometen. Tal situación, dan las condiciones de producción de subjetividad para la creación de individuos con una adherencia permanente al poder presente. Que no pueden mirar al pasado, porque mirar al pasado es verse reflejados en espejos de identidades fracturadas, donde se hace imposible reconocerse. Es una visión terrorífica, una gran cédula de identidad como fábrica de identidades parciales y coyunturales. Un Orden de grandes complicidades. De silencios vergonzantes. Ayer, la denuncia clamorosa de la gran tortura. Hoy, el perdón amable y lisonjero. El perdón dulzón. La ambigüedad instalada como modelo reinante. El olvido de los muertos y asesinados.
Pero esta fabricación del olvido y del perdón no es sólo una falla ética del Estado. Es una nueva derecha que se instala coyunturalmente con modernidad y con rostro propio. Una nueva versión moderna del imperialismo. Pero esta nueva derecha necesita para su función la creación de condiciones de subjetividad que faciliten la fragmentación de la memoria.
Sus enemigos de ayer son los aliados de hoy. No es que se haya olvidado su historia, simplemente la ha disociado, la ha dejado de lado. Maquinaria del gran poder y perdón del presente gesta individuos sin historia y sin memoria. Y, lo que es peor, sin ética.
Esta situación, genera el todo vale. Lo importante es vivir al día. Sólo recuerdo el hoy. En Venezuela, la creación de estos nuevos y más avanzados aparatos represivos frente a los posibles futuros problemas de estallidos sociales. Y, lo que es peor, que los torturados libres de hoy podrían convertirse en el brazo armado de estas nuevas técnicas represoras.
Los silencios cómplices y de las éticas fracturadas. Es un discurso que permite recuperar la historia y no olvidar aquello que desea ser olvidado por la mayoría silenciosa, verdadera artífice y constructora de las represiones y dictaduras de siempre, protagonista invisible de la colaboración diaria.
Olvido y memoria, dos estrategias en pugna donde se juega el saber histórico de la lucha. Y en esa disputa del saber histórico se está jugando el destino, la identidad y el proyecto de nuestra sociedad.
Dr. Johnny Galue / Abogado, Político / @COOTUR