No llega a las dos décadas de vida, pero el espectáculo anual televisivo de Victoria’s Secret, la mayor empresa de lencería de EE.UU., se ha asentado como una de las tradiciones de las semanas prenavideñas. Mientras afuera nieva y hace un frío que pela, los estadounidenses asisten desde el sofá a un delirio de encajes, abalorios, brillos de piedras preciosas, abdominales de piedra, golpes de melena y tacones de altura.
El ‘show’ es el gran acontecimiento anual de la compañía, donde presenta sus colecciones e imprime su idea de fantasía sexual al alcance de todos los bolsillos. Para las modelos participantes, convertirse en uno de los ‘ángeles’ de Victoria’s Secret es un espaldarazo a su carrera en pasarelas y moda.
El problema para Victoria’s Secret es que solo ahora empieza a darse cuenta de que su gran puesta de largo ha perdido mucho sentido. Los cambios sociales se precipitan y, en la era del ‘MeToo’ -¿quién diría que el movimiento tiene poco más de un año de vida?- sacar a sesenta mujeres, todas con el mismo físico imposible, en bragas y sujetador, lanzando besos al público y haciendo el gesto del corazón con sus manos, cada vez tiene peor recepción.
Lo demuestran los datos de audiencia del espectáculo televisivo, los peores de su historia: lo vieron solo 3,27 millones de personas en EE.UU, la mitad que el año pasado, y el más bajo desde que comenzó a emitirse en 2001.
Ello a pesar de que el ‘show’ trató de reinventarse con un cambio de cadena -de CBS a ABC-, de día -de la noche del martes a la del sábado- y de formato: su responsable, Ed Razek, dijo que habían preparado el especial «más ambicioso» de la historia. «Tenemos más invitados musicales, más moda y más historias que nunca; y, claro, sesenta de la ‘top models’ mundiales».
Uno de los problemas para Razek es que, entre tanta ambición y fuegos artificiales, su espectáculo no estaba preparado para responder cuestiones con las que hoy no se puede mirar a otro lado: la perpetuación de la representación de la mujer como objeto, la imposición de un canon estético -chicas jóvenes, escuálidas y torneadas-, la ausencia de diversidad de tipos de cuerpos y orientaciones sexuales… El propio Razek patinó en una entrevista con ‘Vogue’ antes de la gala, cuando le preguntaron si el ‘show’ debería ser más inclusivo y diverso, con modelos de talla grande o transexuales… «No, no creo que debamos hacerlo. El show es una fantasía, eso es lo que es», dijo. «Nos centramos en a quienes vendemos, y no vendemos a todo el mundo. Tratamos de hacer un especial de televisión para tallas grandes. Nadie tuvo mucho interés, y ahora tampoco».
Razek tuvo que pedir disculpas y decir que «sin duda» incluirían una modelo transexual en el espectáculo, pero que de momento no han pasado el corte. «Hemos tenido a modelos transexuales en nuestros casting. Y, como muchas otras, no lo han conseguido», defendió.
El asunto también provocó que Halsey, una de las cantantes que participaban en la gala, criticara la falta de inclusión en el espectáculo tras conocer las palabras de Razek.
El castigo mayor, sin embargo, fue que los estadounidenses no prestaran atención en la televisión, lo que dibuja un futuro incierto para el gran ‘show’ de Victoria’s Secret, cuyas ventas también han caído este año.
ABC