Orejas de reno, brillantina, guirnaldas y gorros de Papa Noel… Tras 18 años sin pisar la ciudad y el país, la irrupción de Mariah Carey en la capital española con su gira de villancicos se ha vivido hoy como un acontecimiento social y una fiesta de puro orgullo navideño, no apta para los prejuicios.
La megadiva estadounidense, que marcó una época del pop vocal junto con Whitney Houston y se convirtió en la artista femenina de mayores ventas durante los años 90, ha irrumpido en el WiZink Center ante 7.500 espectadores para sumergir al público durante unos 80 intensos minutos en una fantasía blanca, como una gigantesca bola de cristal a la que no le ha faltado ni nieve en suspensión.
Ningún otro solista ha conseguido nunca en EE.UU. los 18 números uno que atesora. Para esta gira, que comenzó a celebrar en 2014 de forma alternativa y que concluye hoy en Madrid, Carey (Huntington, 1969) se ha centrado específicamente en uno, «All I Want For Christmas Is You», el undécimo sencillo de mayor éxito comercial de todos los tiempos y fuente creciente de «royalties» cada diciembre.
No extraña entonces que la neoyorquina se haya limitado a entonar un solo single del sobresaliente decimoquinto disco de estudio que lanzó hace pocas semanas, «Caution», y unos pocos éxitos extemporáneos (con la sorpresa de «Emotions») para regodearse a gusto en los dos álbumes temáticos de su carrera, «Merry Christmas» (1994) y «Merry Christmas II You» (2010).
Ni eso ni el alto precio de las entradas (unos 100 euros en algunos casos) ha impedido que su concierto convirtiera Madrid en foco turístico, con fiestas durante el fin de semana y el público LGTB como principal reivindicador de una diva que, en su combinación de veteranía, baladas, r&b y excesos, se ha convertido en una marca singular inasequible a la crítica tópica.
De otro modo no habría forma de asumir su entrada a escena tras un telón de rojo satén, ante un gigantesco árbol de Navidad y enfundada en un traje de lucecitas e impoluto tul blanco, como el escenario entero y las alas que le cubrían la espalda, al son de «Hark! The Herald Angels Sing».
«¡Hola, Madrid! ¡Estoy tan feliz de estar aquí!», ha proclamado, sin apenas posibilidad de expectoración dentro de ese vestido y bien parapetada por un cuerpo de baile, tres coristas, entre ellos su inseparable y muy capaz Trey Lorenz, por momentos también un coro góspel de 15 miembros, así como cuatro músicos no menos solventes, con un piano blanquísimo en el centro del contubernio.
Entre el canto espiritual, el soul y el pop-rock movidito de «Oh, Santa», Carey se ha movido vocalmente sin problemas (fisicamente no, ya se sabe que ella es más de mover solo el brazo izquierdo) y, para mayor regocijo de sus seguidores, no ha habido que esperar para captar alguno de sus silbidos en voz tiple, más allá del falsete y casi de la percepción del oído humano.
Imposible sustraerse al fiestón góspel de «Joy to the World». «Muchas gracias, eso es lo mejor que puedo hacerlo», ha bromeado Carey, que ha hecho del cliché de diva que la acompaña uno de los puntos fuertes del espectáculo, riéndose de sí misma, como cuando ha solicitado que dos asistentes subieran al escenario para retocarle el cabello y el maquillaje.
Vaya por delante que el sonido ha sonado impoluto durante la velada y que, frente a las dudas sobre la salud de su garganta, esta tampoco se ha resentido, ni cuando el acompañamiento era menor, como cuando ha interpretado la balada «The Star», esta vez sin el coro infantil que suele respaldarla en esta canción que estuvo nominada a los Oscars.
«¡Tenemos que dar gracias por esta época del año!», ha exclamado envuelta en un vestuario rojo encarnado, tras una actuación canónica de las que encumbraban a las cantantes hace 20 años con «O Holy Night», derrochando requiebros y torrente vocal.
Como sorpresa, Carey ha incluido además un tema que no estaba incluido en esta gira dentro de su tramo no navideño, «Emotions», clásico de su segundo disco que ha entonado antes de arrancarse con el reciente «The distance» y con sus dos mayores éxitos, «We belong together» y «Hero», convirtiendo el WiZink Center en una orgía de cinco octavas.
Pero el colofón no podía llegar sino con «All I Want For Christmas Is You», ella caracterizada de entalladísima cascanueces en medio de un jolgorio con no menos participantes que una cabalgata de Reyes Magos, incluidos un Papa Noel, un osito gigante de jengibre y dos cañones de nieve.
«¡Muchas gracias!», ha chapurreado Carey en castellano, lengua en la que que ha prometido regresar cantando la próxima vez… Que no pasen otros 18 años para la fantasía neoyorquina.
EFE