Jair Bolsonaro se dio a conocer por sus opiniones misóginas, racistas y homófobas y no por su actuación de casi tres décadas en el Congreso. Pero Brasil, apabullado por años de recesión económica y corrupción, quería cambios y vio una válvula de escape en el controvertido excapitán que se juramentó presidente este 1 de enero.
En su primer discurso con la banda presidencial, quiso demostrar a sus electores que podrían contar con él para proseguir la cruzada contra sus enemigos tradicionales, similares a los que llevaron al poder al estadounidense Donald Trump en el marco de una ola ultraconservadora mundial.
El 1 de enero de 2019, dijo Bolsonaro, será recordado como “el día en que el pueblo empezó a liberarse del socialismo, a liberarse de la inversión de valores, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto”.
“Vamos a poner en práctica el proyecto que la mayoría del pueblo brasileño democráticamente eligió”, destacó el político ultraderechista.
Bolsonaro, de 63 años, venció en octubre al izquierdista Fernando Haddad con 55% de los votos y convirtió en una fuerza nacional al minúsculo Partido Social Liberal (PSL), al cual se afilió para las presidenciales.
A lo largo de su carrera ha cuestionado la democracia, ha defendido la dictadura militar (1964-1985) y el uso de tortura.
Sus posiciones generaron indignación, pero también le ganaron simpatías en un electorado que lo ve como el gobernante de mano dura necesario para mejorar la economía y luchar contra la corrupción y la violencia. Sus más fervientes partidarios lo llaman “Mito”.
Alto y de modos toscos, tuvo una corta y poco exitosa carrera militar que abandonó en 1988. Electo concejal en Rio de Janeiro, dejó el curul en 1990 para postularse al Congreso, donde permaneció por siete períodos consecutivos.
De sus decenas de proyectos propuestos en 28 años, apenas tres miraban al área económica y uno era sobre educación. La mayoría trató temas militares y de seguridad. Prolífico pero sin respaldo, sólo dos de los textos en los que participó fueron aprobados en la Cámara.
Pero Bolsonaro fue abriéndose espacio en un Brasil que había elegido durante cuatro períodos consecutivos a presidentes de izquierda.
Subestimado cuando lanzó su apuesta presidencial, fue cohesionando una base, principalmente gracias a su profusa actividad en las redes sociales.
Sus publicaciones ganan miles de apoyos en cuestión de minutos y su atípica campaña electoral sin maquinaria partidista se probó exitosa.
Tanto que fue un candidato virtual durante el último mes de la contienda, después de que una puñalada en el abdomen durante un mitin lo mantuviera hospitalizado y convaleciente por semanas.
Origen dorado
Jair Messías Bolsonaro nació en 1955 en Glicério, un pequeño pueblo en el interior de Sao Paulo, en una familia de origen italiano.
Aprendió a pescar, entre otros trabajos menores, y con su padre Percy Geraldo Bolsonaro, ‘garimpeiro’ en Serra Pelada, en la selva de Pará, durante los años 1980, aprendió también a buscar oro. El patriarca también mantuvo a su familia ejerciendo como dentista sin diploma.
Fue a la academia militar en Rio de Janeiro y entró a la vida castrense. Ahora, a pesar de haber pasado más años como político que como uniformado, se presenta como el “outsider” que promete no trenzar alianzas con partidos.
Promete, en cambio, conquistar el apoyo en el Congreso negociando con las bancadas temáticas, especialmente la evangélica y la del agronegocio, algo inédito en el sistema político brasileño.
Puso en manos de militares siete de sus 22 ministerios. También es un militar retirado su vicepresidente, el general Hamilton Mourao.
Nombró ministro de Justicia a Sergio Moro, el magistrado que al frente de la operación anticorrupción Lava Jato encarceló a decenas de empresarios y políticos, incluido el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010).
Pero su imagen recibió algún arañazo antes de ser investido, después que se revelara la existencia de movimientos de fondos sospechosos por la cuenta bancaria de un chófer y amigo cercano de la familia. La justicia acaba de condenar además a su ministro de medio ambiente, Ricardo Salles, por improbidad administrativa al favorecer a mineras para trabajar en zonas de protección ambiental.
Impredecible
“Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos”, reza su lema.
Bolsonaro tiene cinco hijos de tres matrimonios: cuatro varones -tres dedicados a la política- y una niña de ocho años con su actual esposa, Michelle Bolsonaro.
Sus propuestas favorecen la posesión de armas y una visión represiva para combatir la violencia, niega el cambio climático y se dice a favor de explotar áreas ambientales preservadas, reducir tierras indígenas demarcadas constitucionalmente y liberar al turismo zonas de protección e investigación ecológicas.
En el plano social, con una clara influencia católica y el peso de su fuerte base electoral evangélica, es contrario al aborto, a la diversidad sexual y quiere un esquema de educación meramente técnica en las escuelas.
AFP