Recordemos, el 23 de enero de 1999, se instaló el último Congreso de la República. Resultó de las elecciones celebradas en noviembre, separadas de las presidenciales de diciembre, por 1998, en el esfuerzo de atajar el ascenso del comandante.
Por lo pronto, traemos a colación tres de las circunstancias de entonces. Obvio, las que contribuyeron igualmente a sellar esta amarga experiencia de dos décadas.
De un lado, surgió nuevamente el multipartidismo, después de un largo receso, en el ámbito parlamentario. El MVR recibió la presidencia de la corporación legislativa, producto del otrora pacto institucional del que se aprovechó: no tuvo el suficiente número de curules para imponerse, como haría después por efecto de una triquiñuela electoral al convocarse la Asamblea Nacional Constituyente.
Del otro, la propia instalación del parlamento fue traumática, pues, rodeado por grupos también armados del llamado chavismo, fueron secuestrados los senadores y diputados en el Capitolio Federal por largas horas. Quedaba claro que la violencia era el camino adoptado, desde el principio, por una dictadura que hoy la ha sincerado con total descaro.
Finalmente, gracias al desprestigio también injustamente ganado por el Congreso, el nuevo oficialismo afianzó su sesgo antiparlamentario. Y, todavía en el presente, existe una injustificada y generalizada predisposición, obligada la Asamblea Nacional a reivindicarse como órgano del Poder Legislativo Nacional.
Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganL