Cien años de industria, con reservas tan importantes de hidrocarburos, están yéndose por la borda, convertida finalmente PDVSA en una bodega exhausta y destrozada. Cada vez en descenso la producción del crudo, con la peligrosa ruindad de las instalaciones petroquímicas, con activos sometidos a embargos y otras medidas que resultaron de la demencial gerencia financiera, el panorama luce francamente desolador.
Los responsables de una debacle antes impensable, dicen no darse por aludidos. A Maduro Moros, no le avergüenza que, en sus manos, nuestra principal empresa haya sido objeto de un sistemático saqueo y un descalabro inverosímiles, perfeccionado el legado.
Días atrás, cumpliendo con la desesperada campaña propagandística de la dictadura, los directivos de PDVSA y los sindicaleros del oficialismo que los mantiene comiendo completo, tuvieron la ocurrencia de marchar en una de las principales avenidas de la ciudad capital. Acortado el itinerario por la escasez de personas, incluso, empleadas que ya no encuentran diferencia alguna entre estar o no en las nóminas subalternas, se resignaron a un lastimoso mitin que fue transmitido por la televisora oficial, aun huérfana de toda audiencia.
Recurrieron a las consignas de siempre, ensayaron la acostumbrada prédica anti-imperialista, bañaron de culpas a los demás, pero Manuel Quevedo, si no recordamos mal el nombre del presidente de PDVSA hasta nuevo aviso, y los otros microfonistas del caso, no dieron ni pueden dar explicación alguna del desastre ocasionado, el que han heredado de Chávez-Ramírez, agravándolo con extraordinarios ímpetus. Además, en el fondo intuyen que deben ahorrar esas explicaciones, tomando el aire suficiente, para darlas en un tribunal de la República, en un futuro ciertamente cercano, porque no pueden demoler impunemente cien años de industria, sin el menor rubor al mirar la cara de sus hijos.
Serán numerosos los cargos fiscales y el testimonio vivo de sus víctimas, como todo el pueblo zuliano, por citar una entidad federal de innegables credenciales petroleras, hoy sometida al racionamiento, la especulación y hasta a la inexistencia de la gasolina, como a la falta de los servicios de gas, de electricidad, devastadas sus ciudades, pueblos y caseríos por la molicie del hampa, el hambre y la miseria. El mitin en referencia constituye un episodio más de los últimos capítulos de la dictadura, pero lo sabemos motivo de la más profunda indignación del Zulia que volverá a convertirse en un referente económico del país, tarde o temprano.
Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganL