De todas las paradojas nacidas en la era chavista, el hecho de que sea políticamente incorrecto expresar indiferencia ante la desdicha del Diario Panorama tiene que ser la más extravagante. Aquella que manifiesta la vanidad suicida del Venezolano y su patética preocupación por mantener las apariencias, aún cuando este acto exija perder la memoria para no incomodar.
Como se ha dado a conocer tanto en redes sociales como en diferentes medios, Panorama está sufriendo uno de los momentos más delicados en su historia al verse obligado a detener indefinidamente su versión impresa. Situación que numerosos periódicos a nivel nacional también han sufrido, con la diferencia de que la mayoría de estos mantuvieron la dignidad y posición irreverente frente a la dictadura hasta sus últimas páginas.
Lo que pocos dicen pero muchos piensan es que si bien es imposible celebrar semejante tragedia, más arduo es sentir compasión por un medio de comunicación que durante la era chavista se encargó de desinformar a la población y proteger a un régimen que convirtió al Zulia y a Venezuela en una pesadilla inimaginable.
Dicha desinformación se daba a través de la publicación de las propagandas y consignas con las que el chavismo idiotizaba a una parte de la población e imponía una narrativa que mostraba una realidad tan falsa como insólita. Por su parte, la protección al régimen se daba mediante la falta de rigurosidad periodística ante toda aquella noticia que fuese perjudicial para oficialismo y que simplemente no se pudiese ocultar.
De hecho, en numerosas ocasiones Panorama cayó en las más burdas manipulaciones para amortiguar determinado impacto. Como cuando estalló el escándalo de los sobrinos de Cilia Flores y titularan la noticia resaltando simplemente que dos venezolanos fueron detenidos en Estados Unidos por narcotráfico.
Lógicamente, la degradación de este histórico medio de comunicación no llega a los niveles de Últimas Noticias o Venezolana de Televisión. No, la amigable línea editorial de Panorama podría compararse más con la del diario El Universal o el mismísimo Globovisión después de la llegada de Raúl Gorrín y le empresa fantasma Epalística. Sin embargo, la gran diferencia con estos dos medios es que Panorama no sufrió una intervención directa por parte del régimen. Es decir, no sufrió la compra agresiva de algún empresario ligado al oficialismo que súbitamente cambiase la línea editorial. Por lo que durante la época del chavismo el diario zuliano no tuvo ni siquiera alguna corta época de grandeza y objetividad.
Durante mi época universitaria, todo lo relacionado con Panorama era contradictorio. Por un lado, siempre se hizo mención a su admirable historia como bastión periodístico e incluso cultural del Zulia, al punto en que casi todas las grandes plumas de dicho estado e incluso el país pasaron por su sala de redacción, convirtiéndolo en un momento dado en la mayor competencia de El Nacional. Sin embargo, al hablar del presente de este diario, existía unanimidad al considerarlo como el triste paradigma del típico medio que negocia los principios a costa del beneficio económico.
Y es ese el error histórico e imperdonable. El desechar el peso que siempre tuvo en el estado Zulia. El lograr que la mayoría del público que solía levantarse a comprar el café y el Panorama terminase perdiendo su vínculo y lealtad con tan histórico medio.
Panorama simplemente cometió el mayor error que cualquier medio de comunicación puede cometer: el infravalorar la agudeza de su público. El no deberse a una base de lectores o a una ética profesional y periodística, sino a la cómoda sombra del gobierno de turno.
Ante la portada de “Hasta Luego,” confieso que mi solidaridad solo va con la prensa digna y objetiva. Con quienes han luchado incansablemente a favor de la libertad de expresión. Con aquellos que han usado los medios como trincheras mediáticas para exponer la verdad de lo que ha ocurrido en la era chavista. Con todos los que optan por el camino de la lucha y la irreverencia sin ponerle un precio a sus valores. Sin sucumbir ante la tentación de lucrarse con una dictadura genocida y narcotraficante.
Incluso, mi solidaridad va con la historia de Panorama. Con sus periodistas. Con los entrañables amigos y amantes que han trabajado para dicho medio. Con el legado cultural y periodístico que dejaron los años dorados.
Y no, no me solidarizo ni me compadezco con el Panorama de hoy en día. Que haya quienes sí lo hagan ya es muy afortunado para un medio que durante la mayor catástrofe política y económica en la historia del país, decidió darle la espalda a la verdad y optó por posicionarse a favor de la tiranía que destrozó sistemáticamente no solo los medios de comunicación nacionales, sino la mismísima libertad de expresión.
Si su edición impresa ha de desaparecer, que así sea.
Al menos quedará la esperanza de que lo que reaparezca sea una renovada versión que se asemeje más a lo que históricamente fue. Aún cuando la mancha sea imborrable y el recuerdo de su complicidad con la dictadura genocida y narcotraficante perdure por décadas.
Luis Orozco / @LForzko