El Papa Francisco acaba de reiterar que se deben “abrir corredores humanitarios” para el sufrido pueblo de Venezuela. Está bien, pero no es suficiente. Atender la crisis humanitaria de los venezolanos en territorio patrio o en la diáspora es hacer obra buena, pero esto no ataca la causa. Por supuesto que no podemos ver con indiferencia a quienes mueren de mengua, debemos darle una mano, y con la otra atacar al criminal que voluntariamente somete a hambre y enfermedades al pueblo, para dominarlo políticamente por el estómago con la bolsita CLAP y la asistencia del Estado. “Corredores humanitarios” sí, pero que simultáneamente corra el usurpador.
Si nos conformamos con dar asistencia humanitaria al sufrido y hambreado venezolano, si mandamos medicamentos, alimentos y divisas para que los nuestros atiendan sus necesidades más apremiantes, estamos haciendo exactamente lo mismo que el pueblo cubano que, desde la diáspora ayuda sin quererlo y sin que sea su intención al sostenimiento del régimen opresor, mientras poco o nada se hace en el mundo para ponerle fin a esa dictadura criminal que ha sometido a varias generaciones de cubanos, y que ha logrado la manera de flotar en medio de la muerte. Sacar al asesino usurpador del gobierno tiene que ser el objetivo, por supuesto sin descuidar la ayuda humanitaria a quienes la requieren.
Venezuela ha tenido el privilegio, en los últimos tiempos, de estar en la agenda internacional, de ser focalizada como país en grave situación humanitaria. De los 20 años que lleva el régimen crecientemente criminal y destructor, solo en los últimos se nos retrata con exactitud. Antes únicamente se escuchaba la propaganda oficial que hacía creer que éramos un pueblo feliz, que respondía su gratitud al gobernante prorrogándole indefinidamente el mandato, elección tras elección. Hoy se sabe que son delincuentes electorales, casi 60 países del mundo desconocen la inconstitucional asamblea constituyente y al ilegítimo Maduro, respaldando nuestra Asamblea Nacional y al Presidente Guaidó. Eso está bien, y lo agradecemos profundamente.
Está igualmente bien que los gobiernos y pueblos del mundo nos apoyen humanitariamente y que sean solidarios con nuestras luchas y con los padecimientos producidos por un régimen violador de los derechos humanos. Está bien el Informe de la Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Este Informe de la señora Bachelet tiene mejor intención y mayor profundidad que las declaraciones de ella misma al concluir su visita el pasado mes de junio a Venezuela. El mundo entero sabe ya de los crímenes de lesa humanidad de quienes usurpan el ejercicio de la administración pública en beneficio de ellos y de quienes ellos han hecho sus aliados, a los que le han permitido usurpar nuestro territorio y tomar posesión de él -en algunos casos con exclusividad, sin presencia del soldado venezolano- amparando bajo nuestra soberanía y bandera la guerrilla Colombia, el narcotráfico internacional y el Hezbolá y otras manifestaciones del terrorismo mundial.
El régimen venezolano y la crisis social, económica y política de Venezuela son una amenaza a la región y al mundo, al continente y al planeta. Estamos hablando de una diáspora de cinco millones de venezolanos que llegan desordenadamente a países hermanos; estamos hablando de enfermedades, de narcotráfico, de guerrilla, de lavado de dinero y de terrorismo. No obstante eso, los países hermanos no lucen con la convicción de querer ayudarnos a arrojar por la fuerza a los invasores, insisten en la salida electoral, por supuesto que bajo condiciones menos desventajosas que las hoy existentes, menos parcializadas a favor del régimen. Tal vez deberían pensárselo mejor los países amigos, y tal vez nosotros deberíamos hacer más para mostrar el camino de la salida de los usurpadores por la fuerza, ya que por la fuerza de las armas se sostienen en el poder, que es lo único que importa al Foro de Sao Paulo y al comunismo internacional.
Paciano Padron / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano