SAINETE EN CÁPSULAS| El sinsabor de una amnistía. Por José Luis Zambrano (@Joseluis5571)

Todos queremos que les den por las narices por cada fechoría cometida.

 

Abarrotados en una celda, invadidos por los fantasmas de sus entuertos sociales y con una sensación interminable de culpa por cada acto de maldad aplaudido en público, sientan en carne propia el desprecio de la soledad y el enclaustramiento. Los queremos sin un centavo en los bolsillos; acalorados por las rabietas de no tener nada; con la carga del descubrimiento oficial de la corrupción, asesinato, inmoralidad y brutalidad con los cuales aplastaron el futuro de una nación entera.

No deseamos resultados volátiles, involuntarios, como un hallazgo novedoso o como un remedio de ocasión para calmar los estropicios de una Venezuela destruida desde sus cimientos.

 

Quizá no sobran las horas para las decisiones. Los norteamericanos tendrán cuadernos repletos de anotaciones y postulados diversos para los desenlaces, siendo la opción de aguas mansas la más oportuna y directa.

 

No puedo negar las ansias que tengo de que nosotros mismos propiciemos una campaña admirable como la de nuestro pasado independentista, dejando el valor manifestado en las calles y con una visión clara de cómo lograr la libertad. Pero no es fácil arriesgar el pellejo ante asesinos demostrados. No es una tarea sencilla desmoronar el cerco de seguridad que han creado con astucia y empecinados en no dejar el poder nunca.

 

Nos hablan de una amnistía como un remedio de última hora, para evitar otra indigestión nacional y, posiblemente, no pasar por las armas el porvenir. No es un juego a la ruleta de la fortuna, pero se encuentra asentada entre las opciones, con sus borrones y dudas.

 

No ha sido especulación de último momento. Lo ha declarado casi sin parpadear y a su manera, el enviado especial para los asuntos de Venezuela, Elliot Abrams, al The New York Times, dejando en claro que “Estados Unidos no imputaría ni castigaría a Nicolás Maduro, si deja el poder de forma voluntaria”.

 

Es una tentativa valiosa para irse sin manchar con su sangre la vestimenta presidencial, que malamente heredó de otro genocida. “No es una persecución. No estamos tras él. Queremos que tenga una salida digna y que se vaya”, siguió alegando el representante norteamericano, con un aplomo discreto y una forma de suavizar una eventual salida del régimen.

 

No precisó si se iría con las alforjas repletas. Tampoco habló del tiempo en que cumpliría su palabra de no agredirle, tras abandonar el barco hundido venezolano. Lo cierto es que esas conversaciones con los personeros venezolanos que tanto se ha mencionado en los últimos días, podrían derivar en este punto y buscar los métodos más honrosos para evitar otro tipo de emociones.

 

No hace falta ser un escrutador de la diplomacia internacional para entender por qué desvela a la prensa esta alternativa para desenroscar a Maduro de Miraflores. No significa en ningún caso, que existan dudas en la acometida. Pero sí deja en claro que le ha presentado esa posibilidad, antes que algunos sectores del planeta puedan alegar la inexistencia de opciones para una salida pacífica.

 

También recalcó con la habilidad de saber lo que hace, que “la noción de que estamos negociando es completamente equivocada”. El enviado de la Casa Blanca reconoce lo irritante de esa palabra para el colectivo venezolano, pues la dictadura siempre trata de pasarse de lista y nos invade con sus burlas ya convencionales cuando se habla de diálogos.

 

A pesar de estar la puerta más que abierta para su escapatoria, veo difícil que Maduro deje el poder de buenas maneras. La presión interna es interminable. Los intereses acumulados en su entorno son desmedidos. Además, no tiene la conciencia en orden y sabe que no podrá salir de una pieza de su odio regalado a multitudes.

 

Ahora hay un venezolano en cada rincón del planeta y siempre habrá uno que no pueda reprimirse para increparlo y hasta violentarse. Existen a su vez, un sinnúmero de organismos que podrían apresarlo por sus pecados incontables, sin necesidad de apelar a la venia norteamericana.

 

Con la última declaración de los líderes de las Farc para volver a las armas y con el reconocimiento explícito del presidente colombiano, Iván Duque, de que son auspiciados por Maduro, se genera otra alternativa bélica para recomponerle la salud democrática a nuestro país.

 

Tal vez con un sueldo de dos dólares, el venezolano común no pueda adquirir ni un mendrugo para saciar su necesidad de justicia. Pero el tiempo está de nuestro lado. Los acontecimientos se encabritan a resultados casi inmediatos. La espera se acorta y solo necesitamos arroparnos de fe, para cambiarle el panorama a nuestra nación molida a palos, pero con la capacidad innegable de poder levantarse y volver a sonreírle al futuro.

 

MgS. José Luis Zambrano Padauy / zambranopadauy@hotmail.com / @Joseluis5571

 

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