Una alerta de bomba interrumpió las actividades en la Universidad de Guayaquil la tarde del lunes 9 de septiembre.
Una llamada anónima recibida por la Secretaría de la Facultad de Psicología informó sobre un supuesto explosivo que iba a detonar en cinco minutos.
De inmediato las directivas de la alma mater dieron aviso a la Policía Nacional, que por precaución dispuso el desalojo de docentes, estudiantes y personal administrativo y se impidió el ingreso a las instalaciones.
La novedad se registró cerca de las 14:25. La Unidad Antiexplosivos del Grupo de intervención y Rescate (GIR), con canes adiestrados, recorrió la facultad.
El coronel Mauricio González, comandante del Distrito Modelo de Policía, señaló que se hizo un barrido y no se encontró ningún artefacto. Luego de ello se permitió el retorno del personal.
Personal de Inteligencia de la Policía realizó un levantamiento de datos sobre las llamadas telefónicas recibidas en el número convencional de la Facultad de Psicología.
Roberto Passailigue Baquerizo, rector de la Universidad y presidente de la Comisión Interventora para el Fortalecimiento Institucional, calificó el hecho como una estrategia para sembrar el terror dentro de la facultad.
También advirtió que las amenazas no afectarán el normal trabajo de la Comisión ni el centro de educación superior.
Entre las hipótesis que se manejan está también que la llamada pudo tener la finalidad de interrumpir los exámenes de recuperación que están presentando algunos estudiantes.
Passailigue afirmó que sigue en pie el proyecto de implementar un plan de seguridad, que incluye un cinturón de seguridad con torniquete, con plumas de ingreso de vehículos, reconocimiento a través de cámaras, iluminación, un anillo de fibra óptica. Aseguró que ya hay varias empresas interesadas.
La Universidad de Guayaquil ha sufrido seis atentados con explosivos en lo que va del año. La noche del jueves 22 de agosto ocurrió la última detonación, en un corredor detrás del edificio del Rectorado.
En febrero y marzo fueron los dos primeros estallidos. Luego, el 7 y el 29 de mayo, se produjeron nuevos atentados explosivos. El quinto fue el 1 de agosto, cuando una bomba fue puesta en una de las paredes externas de la biblioteca de Medicina. (I)
El Telégrafo