El dardo sistémico. Por Luis Barragán (@LuisBarraganL)

El asunto no es  inherente a la naturaleza de las redes, porque también procesa mensajes de una sorprendente profundidad así fuesen  breves o concisos. Cada uno de ellos, cual dardo sistémico, suele expresar el contexto político, la calidad promedio del debate público, la intensidad de las pequeñas o grandes pugnas, el lenguaje de las rivalidades y, con frecuencia, el morbo que las explica.

 

Por su ligereza o banalidad, puede aseverarse que no hay discusión política y tampoco le ha convenido a la dictadura que la haya, desde los tiempos de su enmascaramiento democrático, contaminándola. A través del Twitter u otras aplicaciones populares, como WhatsApp, prolifera el  intercambio absolutamente efímero, intrigante, descalificador en términos obscenamente personales, que lo suponemos también universal en competencia con los más sobrios, coherentes y sugestivos.

 

Lejos estamos de pretender a cada usuario cual agencia de noticias o un consumado analista de alto vuelo político, aunque siempre esperamos el testimonio auténtico y el comentario sensato para coincidir o discrepar. Sin embargo,  el hábito es el de tropezar con los hechos saturados y hasta falseados,  el sectarismo ramplón, el despliegue de un burdo oportunismo o la generación de campañas de laboratorio que muelen el tiempo ajeno bajo el peso de millones de toneladas de bytes.

 

Respetamos y mucho, a quienes  discreparon de propuestas como la aplicación del artículo 233 y de la reinserción venezolana en el TIAR, como pretexto para defender a Guaidó de los supuestos ataques recibidos, pero – una vez aprobados – los mensajeros jamás se dieron por aludidos, convertidos en campeones de ambas fórmulas: la del rechazo y, después, la aprobación, acentuando el culto a la personalidad .  Nada ocioso el ejercicio, guardamos una muestra de 30 mensajes de procedencia combinada, entre el Twitter y WhatsApp, respecto a los otrora adversarios, arrojando, por un lado, el carácter ofensivo contra los defensores de las propuestas en 23 casos,  8 expresados con coherencia y cierta corrección sintáctica, 4 que apelan a la opinión de una suprema autoridad jurídica, 5 que se aseguran informados de primera mano; y, por el otro,  aprobadas parlamentariamente ambas iniciativas,   la muestra tomada de los autores de las notas anteriores, revela que, en apenas 3 casos, no aluden el tema,  en 2 reconocen lo que entienden como una equivocación, y – para colmo – dos de los antiguos combatientes, descaradamente las recomiendan ex-post facto.

 

Todos tenemos el derecho de opinar y no es necesario ser un especialista para pronunciarse sobre sobre los problemas comunes, los que corren en los espacios públicos, pero – por lo general – acudimos con nuestros intactos y blindados prejuicios personales, necesarios de reconocer y depurar. Al respecto, hay inocencia e ingenuidad, aunque también malicia e intención dañosa, ya que, al esgrimir una suerte de guadosismo de oportunidad, la actitud (y aptitud) sectaria y maniquea se traduce en un ataque despiadado a sus críticos de buena fe, llegando a tarifarse en los laborar de guerra sucia.

 

Luis Barragan / @LuisBarraganL

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