Paola Villalobos, una venezolana de 30 años, nacida en Maracaibo, a 700 kilómetros de la capital de su país, siente que Caracas «es otro mundo».
Sus amigos le burlan por siquiera mencionarlo. Ella siente, igual, que proviene hasta de otro país, uno notoriamente más agraviado.
Se mudó hace tres meses a la capital, centro del poder político en Venezuela, hastiada de la crisis eléctrica, que en su ciudad empeoró dramáticamente desde los apagones nacionales de marzo y abril pasado.
Maracaibo y la mitad de los poblados de su estado, Zulia, experimentan desde hace seis meses interrupciones eléctricas programadas que duran al menos 12 horas cada día. En ocasiones, los cortes se prolongan por 18 o 20 horas.
Así, colapsan los servicios públicos, como el agua potable y el gas doméstico. Fallan las líneas telefónicas, se apagan los semáforos, se anulan las conexiones de internet y se dificultan los pagos electrónicos en los comercios.
«Los caraqueños me dicen que estoy loca, que esto es igual un caos, pero el deterioro del país se siente un poco menos aquí», dice Paola, dedicada a la administración de cuentas empresariales en redes sociales.
El calor zuliano roza regularmente los 35 grados centígrados. Es sofocante en los períodos sin electricidad por la imposibilidad de encender aparatos de aire acondicionado o ventiladores en hogares y sitios de trabajo.
La cotidianidad resulta tortuosa para los ciudadanos del estado Zulia, muchos de los cuales han optado por movilizarse temporal o definitivamente a Caracas en busca de un mejor clima y de servicios públicos más óptimos.
Paola, por ejemplo, halló mejores condiciones de vida en su nuevo hogar en el municipio Libertador de la capital: el servicio de agua potable es constante; halla alimentos y artículos a precios más económicos que en Maracaibo; y, sobre todo,goza de electricidad sin mayores interrupciones.
En Caracas, pese a que también se ha visto afectada por graves apagones que se han prolongado durante días, se encuentran con relativa facilidad agencias bancarias cuyos cajeros automáticos dispensan dinero en efectivo. Es una normalidad atípica para ciudades afectadas por apagones y escasez, como Maracaibo.
Paola acostumbraba a madrugar con su novio dentro de su camioneta a las afueras de las gasolineras por hasta ocho horas para poder verter 30 litros de combustible en el tanque.
Aprovechaba, entonces, para cargar su teléfono y disfrutar del aire acondicionado del vehículo mientras estaba en marcha su turno de racionamiento eléctrico.
Así de precaria se tornó su día a día.
«Hoy, estoy trabajando y puedo continuar mi vida. Veo Caracas como otro mundo», afirma. «No digo que no la estén llevando mal acá, pero comparado con el interior de Venezuela, Caracas sigue estando dentro de una burbuja».
Fenómeno nuevo
La movilización de una porción de los 3.7 millones de habitantes del Zulia, el más poblado de los 23 estados venezolanos, puede determinarse empíricamente.
Saber hacia dónde viajó y por cuánto tiempo una determinada cantidad de venezolanos dentro del mismo país es difícil, por no decir imposible. No existe información oficial que registre ese fenómeno migratorio.
Organismos como el Instituto Nacional de Estadísticas, el Sistema Autónomo de Identificación, Migración y Extranjería, y terminales aéreos o terrestres solo difunden cifras de las movilizaciones internas en Venezuela en épocas vacacionales, como Semana Santa o el período de receso escolar.
Investigadores de procesos migratorios apuntan que la mudanza de zulianos a otros estados dentro de Venezuela por la agudización de los cortes eléctricos está lejos de ser anecdótica.
Claudia Vargas, socióloga, politóloga y profesora de la Universidad Central de Venezuela, indica que esas migraciones son cada vez más abundantes.
«La movilización (interna en Venezuela) se da por mejorar condiciones básicas de vida», manifiesta. Su análisis, acota, es más cualitativo que cuantitativo.
Vargas lo cree un fenómeno demográfico «nuevo» en el país.
«La gente siempre se ha movido en Venezuela, pero por razones distintas a las de ahora, como por estudios, cambio o traslado del empleo, no para sobrevivir o tener acceso a servicios básicos. Eso es nuevo», explica.
Sostiene que las motivaciones de la migración de estados como Zulia al Distrito Capital son similares a las hay detrás de las migraciones hacia el extranjero.
La salud es catapulta
Zulia es, de lejos, el estado más afectado por los apagones en Venezuela.
La región ha experimentado 26.509 fallas eléctricas entre enero y agosto de este año, según el Comité de Afectados por los Apagones, una asociación civil que registra de manera independiente las interrupciones del servicio en Venezuela.
En el siguiente escalafón está Táchira, con 2.083 cortes en el mismo período.
Zulia depende casi exclusivamente de la generación eléctrica dela central hidroeléctrica Simón Bolívar, mejor conocido como «El Guri», principal pulmón eléctrico de Venezuela.
Es la región más alejada de la represa, a 1.000 kilómetros de distancia.
Depende de ella mediante un sistema interconectado cuyas líneas de transmisión, tendidas a través de los estados del norte y occidente del país, presentan averías y sobrecargas constantes.
El gobierno nacional, en ocasiones, ha atribuido tales fallas a sabotajes internos y externos.
Las autoridades han admitido que las 13 plantas generadoras del Zulia producen un promedio de 115 a 130 megavatios, que apenas representan un 5% de la demanda de 2.200 megavatios para 3,7 millones de habitantes.
Son niveles similares a los generados en los años 60 del siglo pasado.
Eso sumado a la falta de acceso a servicios sanitarios ,hace que aumenten las migraciones internas.
Pacientes
Evelyne Lampe, paciente oncológico de 49 años, difícilmente pegaba un ojo durante las noches de racionamiento eléctrico en Maracaibo.
Tendida dentro de una hamaca, dormía afuera de su vivienda en el sector La Pícola, procurando aire fresco. El humo y el ruido de la planta generadora instalada por su vecino para sobrellevar los apagones boicoteaban su descanso.
Como colofón, vivió un corte eléctrico de 30 segundos en su más reciente operación en un Centro de Diagnóstico Integral.Ella estuvo consciente.
Su doctor ya le había hecho incisiones en su pecho cuando el quirófano quedó en tinieblas.
«Maracaibo se acabó, no sé qué pasó. Salí corriendo de allí», dice, hoy en Caracas, más reposada de su convalecencia.
Viajó a la capital hace unas semanas con sus dos hijos pequeños gracias al aventón de un vecino. Vive junto a sus tíos y no tiene deseos de regresar.
«Mis hijos lloran todos los días por el calor invivible que hay en Zulia. Aquí en Caracas no pasa nada. He podido dormir de nuevo», afirma.
Mejoría «a corto plazo»
Responsables de los gobiernos nacional y regional han dejado entrever que la crisis eléctrica en Zulia está por acabarse, seis meses después de su agravamiento.
Omar Prieto, gobernador del estado y hombre leal al chavismo, declaró a finales de agosto que el «esquema de administración de carga» -como llama el gobierno al plan de racionamiento- se eliminaría por completo la semana siguiente.
Un día después, sin embargo, matizó al decir que un anuncio como ese solo corresponde al presidente Nicolás Maduro.
«Estamos esperanzados y optimistas de que pronto tendremosestabilidad en el sistema eléctrico», dijo el gobernador a finales de agosto.
Los cortes eléctricos, mientras, persisten.
BBC Mundo no obtuvo respuesta positiva a su solicitud de entrevistas a voceros del gobierno local. Corpoelec y el Ministerio del Poder Popular para la Energía Eléctrica no contestaron a la petición reiterada de conversar con el ministro Freddy Brito sobre los trabajos para mejorar el servicio en el Zulia.
Brito prometió a inicios de septiembre que la situación eléctrica del estado Zulia mejoraría a corto plazo.
La esperanza gubernamental recae puntualmente en los trabajos de recuperación de tres de las siete turbinas de Termozulia, un complejo termoeléctrico inaugurado durante el gobierno de Hugo Chávez, pero que en ningún momento operó de manera continua ni satisfactoria.
También se apuesta a la reconexión de líneas lacustres que garanticen la transmisión de energía a la costa occidental del Lago de Maracaibo y la Guajira desde la central hidroeléctrica Simón Bolívar, mejor conocida como El Guri.
Vidas reseteadas
El intenso calor y las noches de desvelos también forzaron el viaje de Lucía, docente jubilada de 78 años, recientemente diagnosticada de cáncer.
Para recuperarse, se mudó en marzo pasado desde Ciudad Ojeda, en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, a casa de una de sus hijas en Caracas, donde las temperaturas mínimas son hasta 20 grados centígrados inferiores que en Zulia.
Ángel, su esposo y también profesor en retiro, se le sumó dos meses luego al empeorar de su hipertensión. No quiso mudarse antes por temor a que la delincuencia desmantelara su vivienda al verla deshabitada.
«No tenemos fecha de regreso», advierte su hijo Alfonso. «Es increíble, pero con la situación actual de falta de luz y agua, es imposible regresar».
Karem González, quien migró hace seis meses a Caracas junto a su madre, afectada de salud, está igual de desilusionada ante la idea de volver a Maracaibo.
Cree que su ciudad natal no mejorará. Teme, en cambio, que lo padecido por el Zulia se propague al resto del país, al igual que sus propios habitantes.
«Estoy comenzando mi vida de cero», cuenta. «Aunque no me fui del país, se siente como si lo hubiera hecho».
BBC Mundo