Nada más peligroso en política que las revoluciones, son trágicas, terminan siendo peor a lo que “combatieron”, lo mismo ocurre con las ideologías. Para no argumentar con referencias lejanas, Venezuela es el mejor ejemplo, no existe “mal de la cuarta república” que hoy no esté mucho peor, además, se han creado nuevos padecimientos que han hecho la vida en el país una indigna sobrevivencia.
Evo Morales quiso enfrentarse a la ley y al pueblo, la constitución y un referéndum consultivo le dijeron no a su reelección, sin embargo, como buen hijo de Cuba-Venezuela, hizo caso omiso al desiderátum legal-popular, optó a su reelección misma que le costó su renuncia tras denuncias de fraude electoral y el descontento de un pueblo a quien vio en él casta de dictador castrista desgastado, ya era hora de frenarlo.
No fue una revolución, fue la evolución de hechos y sucesos que finalmente hicieron pasará a las páginas de la historia, será recordado por su codicia, ambición, uno más que se suma a la lista de gobernantes con concepción patrimonial del poder.
Fuerzas constitucionales del orden público se adhirieron a las exigencias populares diseminadas a lo largo y ancho de Bolivia, finalmente, la fuerza armada del altiplano sugirió a Evo renunciar y éste, acorralado, aceptó la propuesta. Valga la pena resaltar el papel de las instituciones que, peligrosamente bajo el largo mandato de Morales, terminaron sucumbiendo al clamor del pueblo.
No fue un golpe de Estado, Evo no fue apresado, ni sometido por la fuerza armada, ni se impuso algún presidente, las circunstancias le obligaron a tomar la decisión, lo que ocurrió en Bolivia fue lo mismo que ocurrió en Venezuela en 2002, un derrocamiento, en otras palabras, gobernantes echados, destituidos por la presión social. Evidentemente, hubo participación política de líderes y partidos, pero el trofeo debe entregársele a la nación boliviana, a su gente, quienes con coraje/determinación decidieron no abandonar la calle.
He allí la importancia para un país de mantener la institucionalidad, en Venezuela ello es crítico, no hay apego a la constitución por parte de los poderes públicos controlados por el chavismo, desde sus cimientos (designación) y procederes, solo importa una cosa; mantener el poder a toda costa. Muchos no entienden la gravedad que, por ejemplo, el Ministro de Defensa declare a vox populi “la Fuerza Armada Nacional es profundamente chavista” ya que según nuestra carta magna y demás leyes Chávez es solo un expresidente, una figura partidista ¡Sumamente grave!
Lo de Evo es un duro golpe al castrismo, ganó Argentina a quien su presidente electo no podrá mantener el veneno del populismo sin los abundantes recursos de Venezuela (como lo hicieran los K), tendrá que continuar con las reformas de Macri para estabilizar la economía ¿Se le volteará el pueblo también? Sin embargo, el castrismo perderá Uruguay y acaba de perder Bolivia. Chile es un hueso duro de roer, amén de las exigencias de mayor igualdad, ese país sabe lo que significa el desarrollo a base de trabajo y esfuerzo, muy difícilmente el castrismo podrá echarle el guante.
Lula es un caso aparte, sí bien es cierto está manchado por corrupción, hizo exactamente lo contrario a Cuba y Venezuela, logró millones de brasileros pobres se independizaran de las ayudas públicas, sus políticas sociales sí eran tales, no como las castro-chavistas que anclan a la pobreza, a la manipulación vía necesidades que el régimen cea y empeora.
Venezuela sigue en el ojo del huracán, el eje Cuba-Venezuela (experiencia tiránica – recursos respectivamente) no es un problema aislado, repercute en toda la región y en el mundo, hasta los españoles este domingo le dieron un duro golpe a estos comunistoides.
Leandro Rodríguez / @leandrotango