La gente de todo el mundo evitaba el contacto mientras la imposición de las prohibiciones de viaje se aceleraba el jueves, aislando regiones a medida que una pandemia viral se extendía por todo el mundo y los mercados financieros se hundían.
Se trata de un brote que se mueve, al mismo tiempo, de forma glacial y explosiva, con un virus detectado en China en diciembre y que cruzó fronteras creando focos de infección que han paralizado regiones enteras.
Aunque la crisis no ha dejado de copar titulares, los acontecimientos se sucedieron rápidamente en las últimas horas: la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevó su calificación del brote a “pandemia”; Estados Unidos decretó una drástica suspensión de los viajes con 26 naciones europeas y se reportaron contagios de admiradas estrellas de Hollywood, astros del deporte y líderes políticos. Y todo en un contexto de hundimiento de las economías mundiales que ha afectado tanto a los inversionistas en Wall Street como en todos los ámbitos de la vida.
“Vamos a ver más casos y las cosas empeorarán más de lo que están ahora”, dijo el doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien durante días restó importancia al virus, asumió de pronto un tono muy diferente con un sombrío discurso desde la Oficina Oval en el que anunció estrictas prohibiciones de viaje desde gran parte de Europa a partir de este fin de semana. Después, el Departamento de Estado emitió una extraordinaria advertencia a los estadounidenses para que “reconsideren viajar al extranjero” también. Líderes locales alertaron de que la situación solo empeorará.
“Este será un momento muy complicado”, dijo Jeff Duchin, médico y una de las principales autoridades de salud en la zona de Seattle, uno de los mayores focos de infección en territorio estadounidense. “Esto es similar a lo que se podría considerar como una enfermedad infecciosa equivalente a un gran terremoto que va a remecernos durante semanas y semanas”.
En todo Estados Unidos, donde el número de contagios superó los 1.300, la sensación de urgencia era generalizada.
Las residencias de ancianos no admitían visitas, las escuelas mandaron a sus alumnos a casa y las mesas de las oficinas se vaciaron. El campeonato de baloncesto universitario March Madness, una fecha destacada en el calendario deportivo cada primavera, se disputará sin público, mientras que la liga profesional, la NBA, quedó suspendida hasta nueva orden. Los desfiles del Día de San Patricio no se celebrarán y los programas de televisión se grabarán sin público. En el metro de Nueva York desaparecieron los vagones atestados en hora punta y las familias se atrincheraron en casa pensado en qué harán ahora.
“Si evitamos el contacto humano y escuchamos a los científicos, quizás en unas semanas esto vaya mejor”, señaló Koloud ‘Kay’ Tarapolsi, de Redmond, Washington, que tiene dos hijos cuyas escuelas cerrarán a partir del jueves.
A medida que la pandemia se expandía por Europa y Estados Unidos, seguía remitiendo en China, que reportó apenas 15 nuevos contagios el jueves, un récord en el país. Beijing monitoreaba a los recién llegados que volvían con COVID-19, la enfermedad causada por el virus, desde otras partes del mundo.
Más de tres cuartas partes de los pacientes en China se han recuperado. La mayoría de los enfermos padecen síntomas leves o moderados, como fiebre y tos, aunque puede haber casos más graves que incluyan neumonía, especialmente en ancianos o en personas con patologías previas. La recuperación de los casos más suaves suele tardar unas dos semanas, mientras que en los más graves puede ser de entre tres y seis, explicó la OMS.
Más de 126.000 personas en más de 110 países contrajeron el COVID-19. Pero la OMS hizo hincapié en que la gran mayoría están en solo cuatro países: China y Corea del Sur, donde los nuevos contagios se están reduciendo, e Irán e Italia, donde la tendencia es la contraria.
“Todos los días hemos pedido a los países que tomen medidas urgentes y agresivas”, afirmó el presidente de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Hemos hecho sonar la alarma alto y claro”.
AP