Incrédulos y angustiados, los franceses iniciaron este martes un confinamiento casi total de al menos 15 días decidido por las autoridades para intentar frenar la multiplicación de contagios por el coronavirus en un país que contabiliza más de 6.500 casos y 148 muertos.
Los barrios más turísticos de París, como Montmartre o los Campos Elíseos, que suelen estar atestados de turistas todo el año, estaban prácticamente vacíos el martes por la tarde, aparte de un puñado de personas que corría o paseaba a sus perros.
«¡Nos vamos a volver locos encerrados en casa!», refunfuña Jean, de 70 años, mientras hace unas últimas compras en un supermercado en París.
«No me gusta leer, no miro televisión y vivo solo. ¡Tengo que salir un poco!», dice, angustiado ante la perspectiva de quedarse aislado en su pequeño apartamento en el noreste de la capital.
Desde este martes a las doce del día, 67 millones de franceses deben respetar un confinamiento casi total. Sólo pueden salir para desplazamientos breves y puntuales, como ir de compras, acudir al médico o ir a trabajar cuando no puedan hacerlo a distancia.
Quienes se aventuran a salir deben tener con ellos un formulario, que pueden descargar en el sitio web del ministerio del Interior. En caso de no tener conexión a internet, pueden escribir el texto a mano, en el que declaran «por su honor» el motivo de su desplazamiento.
Unos 100.000 policías están desplegados en todo el país para asegurarse de que la población respete el confinamiento. Quienes no puedan justificar el motivo de su presencia en las calles son sancionados con una multa de 38 euros.
– Huir de la capital –
Con dos bolsas de compras bajo los brazos, Sylvaine Belcaide se apresura a regresar a su casa. «Había muchísima gente en la farmacia», dice esta mujer de 59 años, mientras mira inquieta su reloj, que marca más de las doce.
«Tuve que salir a comprar medicamentos para mi marido, que está enfermo, pero como salí a las 11 de la mañana no imprimí el formulario, espero no tener problemas», dice, antes de seguir su camino.
Cerca de ella, Pascal fuma un cigarrillo en la calle. «¿También tengo que imprimir un justificativo para fumar?», pregunta a un vecino, entre risas.
«No puedo fumar dentro de mi casa porque está mi hijo de 12 años», explica a la AFP. «Con mi esposa contemplamos irnos de París pero no quisimos hacer circular el virus», añade.
Otros, en cambio, no dudaron en hacer sus maletas para huir de la capital.
«Para nosotros era inimaginable quedarnos en nuestro 40 m2 en París», dice Hélène, de 28 años, que pasará los próximos días en la casa de sus padres en Montpellier. Con su jardín y piscina, el confinamiento será más fácil, espera.
El ministro de Sanidad, Olivier Véran, dijo el martes que «no se trata de impedir que la gente se vaya, pero les instó a ser razonables y, sea cual sea su lugar de residencia, a quedarse en casa».
Su homólogo responsable de los transportes, Jean-Baptiste Djebbari, dijo que el gobierno reduciría el número de trenes de larga distancia en circulación «para evitar que los episodios de éxodo propaguen el virus más ampliamente en Francia».
– Largas colas –
A pesar del pedido de restringir las salidas, se veía en algunos barrios de París largas colas en farmacias y supermercados. Para evitar los contagios, muchos establecimientos permitían el ingreso de clientes a cuentagotas.
«No tenemos mascarillas, guantes ni gel antiséptico», se podía leer a la entrada de las farmacias. Y varios estantes de los supermercados estaban vacíos.
«!La gente está almacenando comida! A veces es absurdo porque compran comida que se dañará pronto», suspira Mustapha, dueño de un pequeño supermercado de la capital.
«El otro día fui a entregar compras donde un señor, su apartamento parecía un supermercado, había comida por todo lado, en la cama, en el sofá, en el piso…», dice, levantando los ojos al cielo.
AFP