Hoy lo declaro casi como un vaticinio entrañable. Presiento los últimos días del régimen. Sus escaramuzas se debilitan y sus defensores parecen esfumarse. Ser buscados por la justicia norteamericana ya se convierte en una intrincada combinación de contrariedades. Son una panda de insidiosos amortajados en sus propias fechorías. No saben cómo plantarle cara a este aluvión de decisiones que, desde el exterior y con las leyes puestas al servicio de una meta, parecen complicarles todo.
En estos tiempos tecnológicos se cambiaron los carteles endosados en las paredes. Hoy yacen los avisos colgados en las redes sociales y en las imágenes suntuosas de los medios audiovisuales. Nadie duda que en la dictadura sobran charlatanes. Tampoco que se requiera rebuscar mucho en el prontuario, pues está servido para el análisis y las culpas son más que evidentes.
Los carteles de “se busca” fueron solo el preludio para un plan preconcebido. Ahora los Estados Unidos lanzan la operación antidrogas más grande de occidente. Lo anunció Donald Trump con una claridad de buen entendedor: “no debemos permitir que los carteles de la droga exploten la pandemia, para amenazar la vida de los estadounidenses”.
Al unísono, se desplegaron enormes buques yanquis en el mar Caribe, cercanos a los linderos venezolanos. Es más que una advertencia. Para algunos es la tormenta perfecta. Una amenaza creíble. Una presión azotada en las narices. Marco Rubio no se reprimió para esgrimir que “si EE. UU. acabara de acusarme por traficar drogas, con una recompensa de $15 millones por mi captura y su marina realizase operaciones en mi costa, yo estaría realmente preocupado”.
También los aviones de guerra se movilizan por el Pacífico y el Caribe. El Comando Sur amplía su vigilancia. Hasta helicópteros destructivos mostrarán sus dientes. El jefe del Pentágono, Mark Esper, se mostró poco compasivo para recalcar que los acompañan 22 naciones en esta lucha. La idea es aumentar la capacidad de inteligencia y “ganarles la batalla a estas organizaciones criminales”.
Un país entero anhelaba un despliegue militar de amplitud y envergadura. Lo estamos viendo. Se acercan los marines. Por eso las palabras de Diosdado Cabello al saber la noticia solo me generan indetenibles carcajadas: “en caso de poner un pie en Venezuela, iremos por ustedes. Operación Furia Bolivariana activada”.
Si es verdad que la popularidad de Trump pende de un hilo, ante lo avasallante del coronavirus. Su controvertida manera de resolver sus propios enredos y su tono acerado para emitir su discurso, no lo han ayudado mucho en esta ocasión, ante unas proyecciones de la pandemia poco alentadoras. Por eso no dudó esta vez, en apelar a su otro subterfugio bien medido: la resolución de la crisis en Venezuela.
El momento en el cual se suscitarán los hechos no lo sabemos. La acción bélica con calles desoladas por la pandemia facilitaría un mejor resultado. Los malos dotes de político parlanchín no le servirán en nada a Maduro. Ni sus escondrijos ocultos. No hay búnker que pueda contra los radares asertivos norteamericanos.
Lo real es que son medidas de presión inmediata. Un país sin gasolina y con menores ingresos; con sanciones y con un componente militar desmotivado no hará mucha lucha encarnizada. Y sobre estrategia castrense hace tiempo que los gringos inventaron la rueda.
Un día antes del comienzo de esta operación, se emitió una propuesta edificada por el Departamento de Estado norteamericano para un posible gobierno de transición. Por un instante me pareció a destiempo y poco conveniente. Maduro y Guaidó se harían a un lado y las sanciones se levantarían de manera gradual. Pero al conocer ahora los demás contornos del plan, se me quitó lo chalado y me asaltó una risa sardónica. No puede decirse que no trataron de resolverlo de manera pacífica.
No sé si Maduro y sus secuaces se largarán con viento fresco. Si su destino pende de una viga o estén analizando lo factible. Pero el avistamiento de problemas para la tiranía, con un deseo de darles caza más que real, no les debe permitir conciliar el sueño. No es una intención alegórica. No hay figuraciones o supuestos. Van por sus cabezas. Los tomarán de los pelos y los mostrarán al mundo como un trofeo; un triunfo celebrado y una tangible carta electoral.
Es la hora de poner a pensar a los cretinos. Sé que Maduro está durmiendo a saltos. No hay forma de escabullirse a este dilema. ¿Qué le sentará mejor, el traje naranja o huir antes del diluvio? Pero también podría entregar el poder por las buenas. Pero lo dudo. Ni Noriega, ni Pablo Escobar o “el Chapo” Guzmán lo hicieron. Esas premisas deben acuñarse en su mente como puñales. Vendrán días decisivos y ni la pandemia parece evitar el desenlace.
MgS. José Luis Zambrano Padauy / zambranopadauy@hotmail.com / @Joseluis5571