Venezuela está inmersa en una horrenda tragedia desde hace muchos años. Comenzó cuando un pequeño grupo de militares que había conspirado para derrocar al Presidente de la República, fue puesto en libertad por el Dr. Rafael Caldera, una vez que éste asumió la Primera Magistratura nacional en marzo de 1994. Dos años antes había ocurrido la sublevación de los castrenses, quienes –entre otros delitos– intentaron cometer un magnicidio en la persona del máximo mandatario de la época, Sr. Carlos Andrés Pérez. Es necesario recordar que también tenían en sus planes asesinar a la familia del gobernante.
Nadie ha podido explicarse todavía la trastada que hizo el Dr. Caldera contra la democracia. Las consecuencias las estamos padeciendo hoy; son muchas las calamidades que se pueden atribuir a la oscura decisión presidencial de 1994. ¡Hoy es difícil que alguien tenga dudas con respecto al daño que causó aquella infortunada medida!
En este momento la situación de Venezuela luce demasiado comprometida. Además de esa tragedia que ya suma más de veinte años profundizándose más cada día, llega el virus chino que se ha convertido en una peligrosa pandemia que abarca los cinco continentes. El COVID-19 encuentra a nuestro país “sin paraguas para protegerse del aguacero”. Y todavía falta un valor agregado negativo: la debacle del negocio petrolero, en medio de un indetenible proceso de hiperinflación.
La sumatoria de todas esas situaciones, las cuales cada una de ellas es una desgracia en sí misma, amerita la urgencia de un entendimiento político nacional que conduzca a la conformación de un gobierno plural de amplio consenso. Un acuerdo de esta naturaleza, sería inocuo –empeoraría el panorama– si continúan en sus cargos los altos funcionarios actuales. Son ellos quienes tuvieron la obligación y la posibilidad de evitar la catástrofe y fueron incapaces de hacerlo.
Es apremiante “agarrar el toro por los cuernos”, apartar a quienes incluso deberían hacerlo si de verdad sienten algo de amor por Venezuela, y luego seleccionar las mejores voluntades, los técnicos y profesionales más idóneos, a la hora de constituir el nuevo gobierno. Todos los factores políticos y de la sociedad civil, sin distinción de ninguna naturaleza, tienen que asumir hoy el compromiso de ser parte de las soluciones. ¡Bastante se ha hecho ya para ser protagonistas del hundimiento de la patria! ¡Es el único camino de salvación!
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com / @UrdanetaAguirre