Sol, palmeras, surfistas: la postal de Huntington Beach sería perfecta si la policía no hubiera desplegado cintas de plástico amarillas para bloquear el acceso a esta famosa playa californiana, que estuvo abierta durante mucho tiempo a pesar de las disposiciones de confinamiento contra el coronavirus.
Alarmado por el impacto en la salud de las miles de personas que se amontonaron en Huntington Beach el fin de semana pasado, el gobernador demócrata Gavin Newsom ordenó el «cierre total» de las playas en el rico condado de Orange, un bastión republicano.
La mayoría de las playas del estado permanecieron cerradas durante semanas, como las de Los Ángeles o Malibú, pero la decisión de cerrar Huntington Beach fue particularmente resistida.
Cientos de personas reclamaron el viernes la reapertura de la playa.
«Los apoyo, creo que el gobernador Newsom se ha extralimitado», dijo en la mañana del sábado a la AFP Jim, un surfista de 58 años que considera «ridícula» la medida del gobernador.
Detrás de él, asoman en el mar decenas de surfistas corriendo olas y desafiando las disposiciones de la policía.
«Esto es Surf City USA», sonríe Jim aludiendo al apodo oficial de esta ciudad de 200.000 habitantes.
A unos cientos de metros de distancia, varias tiendas que venden ropa y equipos de surf han permanecido abiertas a pesar de que no forman parte de las actividades esenciales.
«Aquí el surf es una actividad esencial, mi querido», señala Todd, un rubio atlético de 25 años con su tabla bajo el brazo.
La ciudad de Huntington impugnó en los tribunales la orden del gobernador Newsom, adoptada por motivos «políticos», según el alcalde Lyn Semeta, quien destacó el muy bajo número de casos locales de COVID-19.
Según el último informe disponible, difundido el sábado, en el condado de Orange se han registrado 2.636 casos de COVID-19 y 52 muertes, «mucho menos que la cantidad de surfistas que se ve en el agua», observa Todd.
– «No hay tantos muertos» –
«No hay tantos muertos como para cerrar todo el país», afirma muy molesta Tracy, de 54 años.
Ferviente partidaria del presidente Donald Trump, Tracy exhibe un letrero en medio de un pequeño grupo de manifestantes en el que se puede leer: «Dame libertad o dame muerte».
«No tengo miedo a contraer el virus. La mayoría de los que lo tienen son ancianos o están realmente enfermos, y además tenemos que fortalecer nuestra inmunidad», agrega esta camarera que perdió su trabajo tras el cierre de restaurantes por las medidas de confinamiento.
«Estoy cansado de quedarme en casa y no poder ir a mi playa. Pago mucho dinero para vivir aquí y es mi derecho como estadounidense», dice a su vez un rubio de cincuenta y tantos.
Según varias encuestas recientes, una abrumadora mayoría de los californianos apoya las medidas de distanciamiento social vigentes.
Para Amanda Call, una septuagenaria de Huntington Beach que ha estado tomando el sol en la playa desde las 7H30 a pesar de las frecuentes visitas de la policía para llamarla al orden, el rechazo a la medida del gobernador en su ciudad es tanto cultural como político.
«La cultura de la playa aquí es realmente importante. La gente debería tener el derecho de tomar sus propias decisiones», señala esta jubilada, sentada en la arena a varios metros de distancia de sus vecinos, una pareja joven y una familia con hijos.
Nadie en esta playa porta mascarilla, cuyo uso en California no es obligatorio fuera de las tiendas. En otras zonas del estado, como Los Ángeles o San Francisco, sí es frecuente ver a la gente con tapabocas.
«Estar aquí es mi forma de protestar, solo soy una estadounidense promedio», dice Amanda.
En la tarde, la mayoría de quienes habían bajado a la playa en Huntington Beach ya la habían abandonado, después de que la policía se decidiera finalmente a amenazara con multarlos.
AFP