Venezuela se hunde en las profundidades de una inmerecida tragedia. A estas alturas del trágico episodio, resulta un tanto difícil señalar con precisión a todos los culpables de la catástrofe. Es obvio que el epicentro del tormentoso momento que vivimos los venezolanos, sin que a nadie le quede duda, está en la caverna donde se atrinchera la cúpula del régimen político que fue instaurado en el país el mismo día que amanecimos en el siglo XXI.
Desde este primer punto de vista, las causas de la aciaga situación tienen nombre y apellido y son aparentemente indiscutibles. La sustitución de un sistema democrático, como el que rigió el destino de la república hasta 1998, y que lo hizo durante un período de 40 años consecutivos, por una copia al carbón de los que fueron los peores momentos del régimen soviético, ya era suficiente desgracia. Pero esta versión del monstruoso comunismo internacional, en Venezuela resucitó con el valor agregado satánico del nazismo. Para decirlo con menos palabras: la patria que Bolívar le legó al pueblo venezolano, está hoy en las manos ensangrentadas de una banda de operadores nazicomunistas.
Por supuesto, el infortunio habría durado poco tiempo, si la dirigencia y la conciencia democráticas hubiesen estado a la altura de las circunstancias. Lamentablemente los asesinos de la democracia han actuado a sus anchas desde el primer día y jamás dejaron de avanzar en sus diabólicos propósitos. El país cayó en un creciente estado de indefensión, tan severo y arraigado que se ha hecho crónico.
Culpar a la banda gobernante de todo lo que ha ocurrido, sería abundar en apreciaciones que a nada positivo han conducido. Además, una verdad a medias hace más daño que una mentira bien administrada. Es un deber ético imprimirle seriedad y credibilidad al análisis político, como es este caso. Por esta razón, que es suficientemente poderosa, hay que asignarle buena parte de la culpa a los sectores que se oponen al régimen; en especial a los partidos políticos democráticos, cuyos líderes, en las dos décadas de haberse iniciado el hundimiento de la república, sus aciertos han sido esporádicos y de corto aliento.
Lo peor es que siempre han estado de por medio los intereses grupales y los cálculos personales, a la hora de unir esfuerzos y voluntades en función de un régimen que, a pesar de tener un rechazo popular superior al 80%, se mantiene tranquilamente en el poder. ¡Todos los intentos de unidad para enfrentar la tragedia han fracasado!
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com / @UrdanetaAguirre