Cerca 350 migrantes venezolanos, retornados desde Colombia, que llegaron el 14 de mayo al Punto de Atención Social Integral Julio de Armas, permanecen en la localidad de Guasdualito en el estado Apure, al sur oeste del país.
Denunciaron que en el lugar campea toda clase de insalubridad y dijeron que, además de pasar hambre, tienen que sortear las penurias para poder dormir o recostarse, bañarse, y tener mucho cuidado de no pescar alguna infección bacteriana, reportó este martes el diario Frontera Viva.
«Los venezolanos aquí confinados, clamamos porque nos dejen salir, nos sentimos prisioneros y nuestro único delito cometido fue migrar», reprochó con aire de desesperación, Ángel Vásquez, quien lleva 53 días en ese recinto.
No es posible continuar presos aquí con problemas de desnutrición. Hay niños que han perdido mucho peso, personas enfermas, cuadros diarreicos, tenemos 53 días dentro de este refugio y nadie nos da información de la salida, acotó Vásquez.
Comentó que él regresó a la frontera con Venezuela el pasado 14 de mayo procedente de Cali, Colombia, con su grupo familiar: esposa y dos hijos.
Detalló que el viaje lo hizo a través de un transporte humanitario habilitado por la alcaldía del departamento Valle del Cauca y Migración Colombia.
Pero observó, que el tan ansiado retorno a Venezuela se ha convertido en la experiencia más amarga «de mi vida y la de mi familia», añadió el compatriota, quien dijo que se encontraba radicado en Cali desde enero de 2019.
A pesar que el deseo de Ángel y su núcleo familiar era retornar por Cúcuta, fue llevado en los autobuses con destino al departamento de Arauca y de allí pasaron a la población fronteriza de Guasdualito.
La llegada no fue fácil. El corto trayecto entre Colombia y Venezuela se demoró un día entero. Allí no había ningún tipo de logística preparada, recordó Ángel durante la entrevista con Frontera Viva.
Castigo por migrar
Cerca de las siete de la noche del 15 de mayo, Vásquez, junto a sus familiares y 324 personas más llegaron al Punto de Atención Social Integral (PASI), Julio de Armas, de Guasdualito.
El entrevistado comentó que les repartieron esterillas (pieza largas y aplanadas, hechas de paja para dormir) a mujeres y niños. A los hombres les tocó dormir en el piso, y pocos días después le entregaron colchonetas, comentó.
Al tercer día de permanencia en el PASI, les realizaron pruebas de PCR, a todo el grupo y para sorpresa de Ángel, su esposa y uno de sus hijos salieron positivos al covid-19.
De inmediato, fueron separadas las personas sanas de los contagiados. A los positivos los llevaron al PASI, Linda Venezuela, en la misma localidad.
Dijo que a partir de ese momento «empezó nuestro calvario por la incertidumbre de no saber lo qué iba a pasar», agregó el venezolano.
«Dentro del PASI, solo les proporcionan una o con suerte dos comidas al día. Quienes cuentan con recursos económicos o el apoyo de una persona externa pueden alimentarse un poco mejor porque la comida en el refugio ha sido muy mala, agregó Ángel Vásquez.
A la mala alimentación se suman las condiciones de insalubridad del refugio. A los retornados se les hace difícil mantener limpio el lugar porque no les proporcionan cloro, ni jabón, agregó.
Cuando se pregunta a las autoridades, ¿por qué no dan salida a quienes han cumplido los 15 días de cuarentena obligada? La respuesta es vaga e inamistosa, comentó.
Alegó, «que esto que estamos viviendo es un castigo para quienes salimos del país en busca de una mejor vida para nosotros y la familia. Nos llaman traidores de la patria solo por migrar, añadió el retornado.
Diario Frontera Viva