Al evocar los hechos políticos ocurridos en Venezuela a partir del 23 de enero de 1959, hay algunos que vale la pena recordar, dada la influencia que ejercieron en el resto del siglo XX. Entre ellos la elección de Rómulo Betancourt como Presidente de la Republica, quien tomó posesión en marzo de 1959 y organizó un gobierno integrado con hombres y mujeres de su partido Acción Democrática, Copei y Unión Republicana Democrática, firmantes de un pacto preelectoral al que se denominó Pacto de Punto Fijo, cuyo compromiso cumplió a plenitud Betancourt.
Un año después Acción Democrática, mejor conocido como Partido del Pueblo, sufrió una demoledora división y perdió lo mejor de su liderazgo formado y fogueado en la lucha contra la dictadura que, durante nueve años encabezó Marcos Pérez Jiménez (militar). De esta división nació Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el cual hace alianza con el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y, juntos pactaron con el régimen comunista de Cuba, presidido por Fidel Castro Ruz. Esta alianza decide combatir la incipiente democracia y escoge para este fin la lucha armada, acción que desarrolla mediante la «guerra de guerrillas». La confrontación armada fracasó después de varios años, pero dejó secuelas que todavía prevalecen y que hoy se traducen en la peor tragedia que padecen los venezolanos, como ninguna otra en su historia republicana.
Entre 1960 y 1967 Acción Democrática sufre otras dos divisiones, tan catastróficas como la primera. Se puede afirmar, sin temor a caer en exageraciones, que en ese corto período comenzó a morir el sistema democrático, cuya acta de defunción la expidió Hugo Chávez Frías, otro militar con ambiciones de ejercer el poder a perpetuidad, después de 40 años de democracia; el período de mayor progreso económico y desarrollo humano de toda la historia de Venezuela. Puede observarse, como piensa y comentan los ciudadanos «de a pie», que los militares lo que más han aportado es sufrimiento para el país. Primero, Pérez Jiménez con su pandilla de depredadores del tesoro público; después, Hugo Chávez, con la suya; y últimamente para coronar la conducta de los uniformados, la cúpula militar que encabeza la actual dictadura nazicomunista, la que además cuenta con un títere civil, entrenado para dar la cara. ¡Definitivamente es muy difícil que los militares se escapen de la culpabilidad que les atribuye el pueblo, respecto a las múltiples calamidades que sufre la Venezuela arruinada de hoy!
Antonio Urdaneta Aguirre / urdaneta.antonio@gmail.com / @UrdanetaAguirre