Está suficientemente comprobado por los organismos internacionales competentes, incluyendo los de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que en Venezuela la violación de los derechos humanos, aunque parezca exagerado, ha pasado a ser una actividad deportiva. Es obvio que la dictadura militar nazicomunista venezolana, desde el primer momento de su instauración, organizó cuerpos de represión oficiales y bandas de delincuentes bien armadas, con el propósito de someter a quienes se oponen al régimen, como también a los que abandonan la “revolución”.
Los años 2002, 2003, 2014 y 2017, para señalar únicamente a los más emblemáticos, quedaron registrados en la historia reciente como huellas indelebles de la convicción criminal de la cúpula dictatorial, de la cual participan –incluso se sienten orgullosos de su capacidad para el crimen– los altos funcionarios de todos los poderes públicos del Estado, con excepción de la Asamblea Nacional legítima, que preside Juan Guaidó. Aquellos funcionarios constituyen la cúpula violadora de derechos humanos, a la cual le atribuyen reconocidos crímenes de lesa humanidad. Sin lugar a dudas se trata de quienes conforman el aparato represivo más sanguinario de América Latina.
Insólitamente en los últimos días, los propios miembros de la cúpula criminal, de la manera más descarada, han ocupado, por las buenas o por las malas, los espacios comunicacionales del país, específicamente para defenderse de las severas acusaciones que pesan sobre ellos. Por cierto, acusaciones bien sustentadas, de las cuales les será muy difícil sacudirse.
Es innegable, ante los ojos del mundo, que la cúpula violadora de derechos humanos, que opera a sus anchas en Venezuela, sabe que los “ganchos” de los países libres y democráticos ya empiezan a ejercer presión en sus muñecas ensangrentadas. Es obvio que la cúpula criminal está en apuros. Por muy voluminosos que sean los informes mediante los cuales pretende defenderse, esos ya tienen estampado el sello de la nulidad; porque han sido elaborados por los mismos que han cometido los crímenes. ¡A la cúpula acusada le vendría muy bien que abandonaran los cargos que están usurpando! De lo contrario, que preparen el cuerpo y el espíritu, pues el castigo ha de llegar. ¡Cuidado, porque puede ser pronto!
ANTONIO URDANETA AGUIRRE
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