No hay una actividad humana, familiar, social y comunitaria más hermosa que la Navidad, y nada más esperanzador y consecuente que el Año Nuevo. De verdad, la Navidad mueve todos los resortes de la coyuntura y el pensamiento humano y, por otro lado, pone a funcionar la estructura fabulosa y milenaria de la formación ósea o esquelética, de suerte y manera que, la Navidad y Año Nuevo, se hacen presentes al principio y al final de cada ejercicio espiritual y/o de cualquier otro tipo. Así lo han determinado desde el tiempo de los Reyes hasta la Edad Media, la Iglesia hasta la era moderna, y Dios, desde nuestros días, fomentando el amor por los próximos siglos.
Pero queremos retomar los días fabulosos de la Navidad y los magníficos momentos, improvisados o no, de los años nuevos que se convierten en los días emotivos para el encuentro y para la salud mental y floreciente de la vida humana en Venezuela y el mundo.
Desde luego, se siguen registrando fenómenos en la técnica industrial como los teléfonos celulares que son capaces de comunicar a la humanidad estando un sujeto en la Cochinchina y el otro en el Polo Sur; y lo mejor es que esa comunicación se puede realizar con instrumentos especiales que no usan estaciones, relevos y antenas convencionales. Entonces, el ejercicio de ponerse de acuerdo y acordar lugar, sitio o idea se consiguen con gran facilidad y todo se puede anotar para fijar el reencuentro de la familia después de años de espera o de revivir el compromiso patrio de amor que ya se había perdido. En ese sentido, muchas familias se encuentran alejadas; unas en su propio país y, otras, en ciudades externas y hasta los nietos y biznietos se se convierten en desconocidos por falta de contacto, acercamiento o de familia.
Esos días son días para regalos, la dedicación del más bello poema, o la carta de amor a su madre o a su novia. Luego, cuánto vivieron esas familias el año pasado por ejemplo, o cuánto vivirán este año cuando coincidan en Navidad y Año Nuevo en su país de origen con el amigo, el familiar indirecto, o el vecino.
Mas, ¿qué decir de las reconciliaciones amistosas, amorosas o familiares, llenas de romanticismo y amor tanto mas románticas por las propuestas y propósitos nacidos en Navidad y Año Nuevo? ¿Cuánto más exquisitas, bonitas e inolvidables serían si conseguimos la robustez completa y el entusiasmo en los cuentos y reseñas de cada caso? Tanto el sigilo, como la sencillez y lo delicado se encuentran para empezar de nuevo, sin escándalo y con mucha paciencia, listos para olvidar la ingratitud, los sinsabores y los rencores. Todos hemos aprendido a recordar y a tener memoria vivida de los tiempos en que los mejores salarios del mundo se pagaban en Venezuela; que la inflación no llegaba a dos dígitos porcentuales. Aquella en la que se compartía la hallaca decembrina y muchas otras cosas. Esa es la Venezuela que soñamos y tenemos que lograr en el futuro más cercano.
En efecto, para conseguir el atractivo que esperamos y buscamos, tenemos que prepararnos mental y espiritualmente. Por eso, proponemos para esta Navidad y Año Nuevo tener música para meditar y prepararnos con fuerza y coraje. En ese sentido, recomendamos oír a Chopin, el virtuoso del piano; Elvis Presley, el Rey del RockandRoll; John Williams, con su música para películas; Mozart, el apogeo del clásico musical; Strauss, el reino del vals; los Beatles el boom del Rock. O libros de contenido espiritual como “Jesús, la Religión del amor” y “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”; San Agustín, “Ama y haz lo que quieras”. San Atanasio, “Jesús es Dios”. Para cine en casa, la inolvidable película “Lo que el viento se llevo”; “El Mago de Oz” y la formidable “Casablanca” con Humphrey Bogart en Ingrid Bergman.
No lo pienses más. Acciona y regresa a Venezuela, desde tu mente y tu corazón, para aterrizar y volver a la felicidad de siempre, que no debemos abandonar más nunca. La idea no es regresar para coincidir con o complacer a Juan, Pedro o José Luis, sino reencontrarnos con Venezuela, la patria chica que nos vio nacer para amarla, respetarla, agradecerle, reconstruirla y vivirla con orgullo.
Luis Acosta