Ray Luis González y Luis Alberto López fallecieron a causa de tuberculosis en el Internado Judicial José Antonio Anzoátegui de Barcelona, mejor conocido como Puente Ayala. Estos jóvenes que eran primos oriundos de la isla de Margarita, estado Nueva Esparta, tenían cinco y siete años detenidos, respectivamente.
Sus familiares comentaron al Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) que ninguno recibió tratamiento porque no permitían el ingreso de medicamentos en el recinto penitenciario, así como tampoco tuvieron acceso a atención médica porque en las instalaciones no hay médico y los presos tampoco son trasladados a los centros asistenciales de la localidad.
Sobre Ray Luis relataron que tenían más de dos años que no lo veían, pero constantemente le enviaban dinero o comida para mantenerse. A pesar de que la alimentación de los privados de libertad es responsabilidad del Ministerio de Servicios Penitenciarios, en este penal no suministran alimentos.
Debido a la situación económica del país y el contexto de la pandemia, Ray Luis no pudo contar más con el apoyo de sus seres queridos y pasó a vagar como si fuera un indigente dentro del mismo penal. “Se quedaba donde lo agarrara la noche y no comía”, confesó uno de sus familiares, quien explicó que cayó en un cuadro de desnutrición y posteriormente se contagió de tuberculosis.
El joven enfermo se refugió en el área de la Iglesia y su primo Luis Alberto se encargó de su cuidado. Sin embargo, el estado de salud de Ray Luis era sumamente desesperanzador, no escuchaba ni caminaba hasta que lamentablemente falleció el 29 de agosto de este año.
Como consecuencia del cuidado que Luis Alberto le brindó a su primo, sin conocimiento alguno de medicina, también se contagió de tuberculosis y murió casi dos meses después, exactamente el 26 de octubre.
Los familiares denunciaron al equipo del OVP que son muchos los presos de Puente Ayala que padecen tuberculosis, paludismo y otras enfermedades infecciosas, por lo que claman al Ministerio de Servicios Penitenciarios para que atienda a los presos, que además son víctimas de hacinamiento e insalubridad, y consecuentemente evitar más muertes y dolor en el seno de las familias venezolanas.
Empeñó su casa para darle un entierro digno
Al conocer la noticia de su muerte, la familia de Ray Luis hizo todo lo posible por trasladar el cuerpo desde Anzoátegui hasta la isla de Margarita.
Desde el Ministerio no le prestaron apoyo y ni siquiera le avisaron del deceso de su ser querido, por lo que tuvieron que costear el traslado y demás gastos funerarios por un monto de 800 dólares. Asimismo compraron 40 litros de gasolina, con un costo de 3 dólares cada litro, para finalmente brindar cristiana sepultura a Ray Luis.
Como si el dolor por la muerte de su hijo no fuera suficiente, la madre de este joven tuvo que empeñar su vivienda y vender algunos electrodomésticos para costear los gastos. Mientras que en el caso de Luis Alberto, los deudos decidieron enterrar sus retos en el estado Anzoátegui porque no tenían 1.300 dólares para el traslado hasta su último aposento.
Nota de Prensa