El magnífico escritor cubano, Leonardo Padura, ha puesto en circulación un libro que trata el fenómeno del desarraigo que experimentan los pueblos que emprenden migraciones hacia cualquier lugar del mundo. Es el mismo autor del Hombre Que Amaba Los Perros, que ahora en su obra Como Polvo en el Viento, narra la vida de tres mujeres y otros tantos personajes luchando por seguir amando la tierra en que nacieron y de la que no se desprenderán jamás. Leyendo esta novela, es inevitable no pensar en Venezuela, cuya diáspora amenaza ser una constante en nuestra vida como lo es para los cubanos.
La relación se va dando por los hechos, así tenemos a millones de venezolanos que salieron huyendo de cualquiera de los problemas que perturban al venezolano de hoy, y una vez que pusieron un pie en tierra ajena, comenzaron a planificar el día del retorno. Resulta que van pasando los meses y los años y esa relación entre Venezuela y el exilio se reafirma en la misma medida en que pasan las oportunidades de salir de la dictadura madurista. Los cubanos acumulan más de 6 décadas luchando para evitar el desarraigo y el escritor Padura describe el caso que se da en una localidad de Miami llamada Hialeah, donde los cubanos viven en modo cubano. Allí se han instalado restaurantes y se reproduce la auténtica gastronomía cubana. Locales con música cubana, consultorios médicos atendidos por cubanos, el policía y el bombero es cubano. Padura describe esas características y las define como zonas conquistadas en el imperio. Es la manera de alimentar un arraigo con la base de su identidad, de sus costumbres, sus valores, su ropa característica y sus costumbres.
Los venezolanos llevamos más de 20 años en un peregrinaje que se va incrementando empujado por la agudización de la crisis interna. Nunca antes habíamos vivido estas oleadas gigantescas de éxodo. Era al revés. Venezolanos que salían a liberar a otros pueblos o el caso de la Venezuela que abrió sus fronteras para recibir a miles de ciudadanos de otras partes del mundo.
Hoy los venezolanos nos sentimos en Venezuela cuando en cualquier unidad de transporte de Colombia o de Perú sube un cantante o músico venezolano y deja escuchar su voz y evidencia su talento musical. O cuando en cualquier estación de metro de España o de Alemania nos tropezamos con violinistas del sistema de orquestas juvenil de Venezuela ganándose la vida mientras se imagina el retorno a la patria.
Son muchos los artistas que ayudan a sobrellevar esta diáspora, a sentir que el desarraigo lo vencemos escuchando las gaitas que entona Ricardo Cepeda u otro afamado gaitero que hacen sonar su tambora y sus charrascas en muchas ciudades del mundo. Igualmente la Harina Pan que nos hace sentir que estamos en tierra propia y las redes sociales que nos mantienen conectados con esa Venezuela irrenunciable a nuestras querencias y compromisos con el futuro.
Mitzy Capriles de Ledezma