Si hay algo que ha reflejado claramente las elecciones presidenciales estadounidenses del pasado 03 de noviembre, es que ningún sistema político, y dentro del mismo el electoral, es perfecto, pero a pesar de su imperfección sigue siendo el sistema más poderoso del planeta, por lo menos dentro del espectro democrático.
Hay mucha tela que cortar hasta el día 20 de enero del siguiente año, fecha en la que históricamente se entrega el gobierno de un Presidente a otro. El “escandalo electoral” que hoy tiene convulsionado políticamente al país del norte no es primera vez que sucede en su historia, de hecho hay dos precedentes históricos en sus elecciones presidenciales, el primero fue en 1876, y el más reciente hace ya dos décadas con la controversial victoria de Bush hijo en el año 2000. Al final en ambos casos la victoria fue republicana, tomando en cuenta que fueron circunstancias diferentes como bien lo son también las actuales.
El equipo jurídico del Presidente Trump, el cual se sabe hasta ahora está integrado por más de 100 profesionales del Derecho, ha declarado por vocería de la prestigiosa Sidney Powell que se ha llevado a cabo un fraude electoral en EEUU, y que las pruebas de ello abundan; más allá de los videos donde fiscales electorales postulados por el partido de Biden dan testimonio que no le fueron permitidos presenciar los conteos, así como ver funcionarios del correo romper descaradamente las boletas a favor del Presidente Trump, elementos probatorios irrefutables sin duda. Pero lo que más llama la atención de las declaraciones de Powell en la rueda de prensa poca difundida por los grandes medios de comunicación norteamericanos, es que la empresa encargada del sistema automatizado electoral de EEUU, llamada DOMINION, usa un software que permite cambiar, a conveniencia los datos finales de un recuento de votos.
Pero resulta y acontece que dicho software no es original de la mencionada empresa, sino de su homóloga SMARTMATIC, tal como lo leen, la misma que conocemos muy bien en Venezuela, cuyos dueños venezolanos la crearon en un mini local de un centro comercial en el estado de La Florida, sí, paradójicamente en el territorio del tío Sam. Empresa tecnológica que se estrenó en nuestro país en el año 2004, con el famoso Referendo Revocatorio gracias a los “buenos oficios” de uno de los “duros” hoy día del chavismo, Jorge Rodríguez quien en la época fungía como Vicepresidente del CNE. Poco conocido en esos tiempos ese individuo, quien gozaba de visa americana y por ende viajaba a Florida y se hospedaba en lujosos hoteles, todo ello cortesía de la empresa a la cual le consiguió prácticamente el matrimonio con el ente rector electoral del país. Impactado quedé cuando leí eso y muchas cosas más en el libro “Bumerán Chávez” del periodista Emili J. Blasco, el cual recopila testimonios desgarradores y crudos del exjefe de seguridad del difunto Hugo Chávez, el ex capitán de corbeta de la Armada Leamsy Salazar, hoy día miembro del Programa de Protección a Testigos del país del norte.
La señora Powell, también dijo que interpondrán demandas en las cortes estatales correspondientes así como también en la Corte Suprema de Justicia, llevarán este escándalo electoral por lo que se ve, hasta las últimas consecuencias. Declaró igualmente que gracias a la manipulación digital de los resultados electorales, es que desde el 2004, el chavismo se ha mantenido de forma ilegal e ilegítima en el Poder. Ahora bien, política y electoralmente entre ambos países son muchas las diferencias, no nos alcanzaría este artículo para mencionarlas y definirlas, pero la más resaltante es que allá en suelo norteamericano desde la fundación del mismo, siempre ha existido el Estado de Derecho. La Justicia, y más aún para este tipo de casos tan emblemáticos prevalece con todo su peso. En contraste, y lamentablemente, en Venezuela desde hace mucho tiempo, ya ni sabemos cuanto, la Justicia es inexistente.
Por otro lado, como ciudadanos conscientes de nuestros deberes y derechos, tenemos que saber diferenciar entre votar, y no participar de un fraude electoral. Los precedentes sobran en Venezuela, electoral y judicialmente hablando. Votar en democracia es sinónimo de elegir, eso en nuestro país actualmente no existe. Y es que para participar en unas elecciones libres e independientes hay que construir muchas condiciones, la primera de ellas es, sin duda, la designación de una nueva rectoría del Consejo Nacional Electoral, bajo la tutela y atribución constitucional de la Asamblea Nacional, escenario que se había acordado en Oslo, solo que como de costumbre el Régimen no cumplió. De dicha condición, nacerían muchísimas más, eso es lo anhelado, hoy día contrario a la realidad.
¿Qué hacer?, seguir luchando, no participar en el fraude del 6D, el cual es un juego que desde ya está cantado a favor del Régimen, donde si debemos participar masivamente, es en manifestar nuestra libre y constitucional voluntad de solicitar y reclamar el cese de la usurpación a través de la convocatoria de unas elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables; debemos rechazar contundentemente el fraude del 6D y solicitar a la comunidad internacional el desconocimiento del mismo; debemos sin pensarlo solicitar todo el apoyo y gestiones necesarias ante la comunidad internacional para activar la cooperación, el acompañamiento y la asistencia que permitan de una vez por todas recatar la democracia, atender la crisis humanitaria y proteger al pueblo de Venezuela de los crímenes de lesa humanidad. Esa manifestación de voluntad que por obligación histórica debemos hacer, la podemos plasmar y materializar el próximo 12 de diciembre.
El Presidente (e) Juan Guaidó y los aguerridos diputados a la Asamblea Nacional, solos no pueden con esta lucha no convencional que vivimos día a día, esta pelea es de todos. Debemos echar el resto, y solo en Unidad coherente y cohesionada de todos los sectores, lo podemos lograr.
El Dr. Humberto Fernández Morán una vez dijo: “Estudiar historia es honesto, pero hacerla es mejor” Hagamos historia y que sean otros quienes la escriban en un país mejor.
Jesús E. Simancas
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