Levón Arakelián, un hombre que vivió en la localidad armenia de Arindzh, justo al norte de Ereván, dedicó cerca de 23 años de su vida a excavar con solo un cincel y un martillo una cueva de 280 metros cuadrados.
De acuerdo a Tosia Garibián, viuda de Levón, todo comenzó en 1985, cuando su marido estaba construyendo un pozo para guardar papas y, al encontrar una piedra a unos 70 u 80 centímetros de profundidad, decidió continuar excavando.
Algunos días, recuerda la mujer, la pasión de su esposo lo llevó a trabajar 18 horas, convirtiéndose en un proyecto de tiempo completo, por lo que ella tuvo que cuidar de sus cuatro hijos y conseguir el sustento familiar.
Como resultado de sus esfuerzos, Arakelián cavó una cueva de 280 metros cuadrados y 21 metros de profundidad, lo que equivale a un edificio de siete pisos. Además, las paredes de las galerías, así como los portales y las columnas, fueron decoradas con distintos motivos tallados en bajorrelieve.
Levón falleció en 2008 a la edad de 67 años; sin embargo, su obra maestra permanece abierta al público como un museo que atrae a muchos turistas quienes, según comenta Yósif Hakobián, su nieto, llegan en búsqueda de pedir un deseo.
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