La toma de posesión de Joe Biden como nuevo presidente de Estados Unidos tendrá lugar en medio de gran nerviosismo e intensas medidas de seguridad tras el reciente asalto al Capitolio. Las autoridades temen no sólo la posibilidad de un ataque de una persona común, sino incluso uno por uno de los propios guardias asignados a proteger la ceremonia.
Los funcionarios a cargo, sin embargo, enfatizan que hasta ahora no ha surgido ninguna amenaza específica contra Biden.
La capital del país, estos días, parece una fortaleza bajo estado de sitio. Más de 25.000 soldados y policías vigilan la zona. Hay tanques en las calles y barreras de cemento en las esquinas. El National Mall —el parque de monumentos nacionales de la capital estadounidense— está cerrado. Enormes barreras rodean los predios del Capitolio. Hay retenes en las intersecciones viales. El Servicio Secreto, a cargo de la seguridad del evento, afirma que está totalmente preparado.
Al mismo tiempo, las autoridades han estado vigilando las actividades de grupos y milicias ultraderechistas, ante la posibilidad que alguna de estas agrupaciones llegue a Washington con la intención de provocar enfrentamientos violentos.
Horas antes de la toma de posesión, las autoridades federales estaban monitoreando interacciones “inquietantes” en redes sociales, incluso amenazas contra funcionarios electos e ideas sobre cómo infiltrarse en el evento, informó una fuente oficial.
Doce efectivos de la Guardia Nacional fueron excluidos del operativo de seguridad debido a sus lazos con grupos de extrema derecha y dos de ellos habían colocado mensajes en internet con retórica incendiaria sobre la investidura de Biden. El Pentágono se negó a divulgar los contenidos de estos mensajes.
Dos funcionarios estadounidenses dijeron a The Associated Press que los 12 guardias nacionales tenían nexos con milicias ultraderechistas o habían colocado mensajes álgidos en línea. Las fuentes —un funcionario de inteligencia y un oficial del Ejército enterado del asunto— no divulgaron a qué grupos pertenecían esos efectivos de la Guardia Nacional ni en qué unidad servían. Las fuentes pidieron no ser identificadas porque no estaban autorizadas para hablar con la prensa.
El general Daniel Hokanson, comandante de la Guardia Nacional, confirmó que efectivos de esa fuerza fueron excluidos de la protección de la investidura, pero aclaró que sólo dos de ellos enviaron mensajes en internet o textos por teléfono inapropiados. Los otros 10, afirmó, fueron expulsados debido a temas que podrían estar relacionados con antecedentes penales o actividades no directamente relacionadas con la transmisión de poder.
La exclusión de dichos efectivos surge en momentos en que las autoridades temen que uno de los propios guardias presente una amenaza. El FBI ha estado revisando los antecedentes de todos los 25.000 guardias nacionales asignados al evento. Las autoridades, sin embargo, enfatizan que no han encontrado evidencia alguna sobre un plan concreto de atacar la ceremonia.
Aun así, el FBI ha advertido a las agencias policiales sobre la posibilidad de que ultraderechistas se hagan pasar por miembros de la Guardia Nacional, revelaron dos fuentes enteradas del tema. El verano pasado, un hombre con una pistola y un fusil fue arrestado en Los Ángeles, acusado de tratar de hacerse pasar como un guardia nacional en una protesta. Efectivos reales de la Guardia lo detuvieron cuando se dieron cuenta que su uniforme no era congruente con el de esa fuerza.
AP