Cualquier observador puede notar que las sanciones impuestas por otras naciones a algunos funcionarios del siniestro régimen venezolano, en general, no tienen la fuerza como para obligar a los rojos a dejar el poder. Pero es el método que más se emplea en la actualidad.
Anteriormente era común la intervención militar de una nación sobre otra como solución a los conflictos, pero lo cierto era que, además del inmenso costo en bienes y vidas para el invasor, generalmente los problemas continuaban, aunque con modalidades diferentes. Posiblemente por ello, las sanciones vinieron a reemplazar a los cañonazos y a los líos de una invasión, pues afectan al enemigo de manera importante, sin correr mayores riesgos.
Para no ir muy lejos en ejemplos, recientemente la Unión Europea sancionó a 19 ratas rojas del entorno de Maduro. No pueden entrar a Europa y les congelaron los bienes. Evidentemente esto no tumba al régimen, sin embargo, lo hacen y la pregunta es ¿por qué? Pues, aunque suene curiosamente atrevido, la respuesta es que ese tipo de sanciones lo que trata es de molestar, de sacar de su tranquilidad al tirano y a su grupo, de ponerlos a refunfuñar, de obligarlos a maldecir y a tomar alguna decisión rápida y errada como respuesta. Y en efecto, así ocurrió y decidieron, el mismo día, expulsar a la representante de la UE en Caracas.
Cuando este tipo de “puyazos” son frecuentes, para el dictador y su entorno, su ánimo se mantiene incómodo y se sienten amenazados constantemente. Esto a la larga desgasta la voluntad individual y de grupo y facilita la creación de condiciones para encontrar una salida al conflicto. En nuestra opinión los países amigos han tomado este tipo acciones de amenazante irritación bastante bien. Por ejemplo, la foto de Maduro y otros rufianes, con el dinero de recompensa por su captura al estilo del lejano oeste está genial. Una estrategia que busca el desgaste progresivo del enemigo.
Por su parte, la oposición dentro de Venezuela tiene serias limitaciones para hacer algo equivalente de lo que podríamos llamar “sanciones internas”. Estas actualmente tienen poca fuerza y, sin embargo, son imprescindibles para salir de la dictadura. Son el complemento a los puyazos externos y son la clave de la victoria. El cómo reforzarlas es el tema que sigue.
En un sistema democrático robusto los medios de comunicación, y la libertad ciudadana para expresarse, le dan forma a las “sanciones internas”. La denuncia pública de los problemas y los señalamientos directos a individuos o instituciones hacen de contrapeso al gobierno. Cuando los medios están bajo el control del dictador las sanciones internas casi desaparecen. Otra forma son las protestas de calle las cuales hemos realizado durante muchos años, pero han sido reprimidas a tiros por la dictadura. Este es el caso de la Venezuela de hoy, el régimen, principalmente enmudeciendo a los medios de comunicación, ha minimizado los mecanismos de las sanciones internas y ha desanimado a los ciudadanos a realizar las protestas de calle. Las sanciones internas junto con las externas forman una especie de gran alicate que estrangula al mandón y le obliga a ceder. Al no tener las sanciones internas, al alicate le falta uno de sus lados y la sanción externa, en solitario, aprieta mucho menos.
Nuestros políticos y líderes en general hacen lo que pueden usando las redes sociales y algunos pocos medios que sobreviven, pero su fuerza, al no poder acceder a los grandes medios de comunicación, es baja.
Existe también otra manera de ejercer sanciones internas severas y que aún no hemos empleado. Es conceptualmente similar a las sanciones externas pues se concentran directamente sobre los individuos. Se trata entonces de seleccionar, en todas las regiones del país, a los personeros destacados del régimen y actuar, sobre ellos y su entorno, mediante acciones concretas se les afecta directamente. Las denuncias, peticiones y acciones se concentran en su cotidianidad creando, en cada uno, un clima individual de tensión importante y permanente. Todas las acciones en contra de estos individuos seleccionados serían perfectamente legales, pero fuertes e incisivas.
En cierta forma es una variante de la lucha no violenta, pero dirigida a los individuos seleccionados y a su entorno cercano. Al tener funcionando los mecanismos de sanción interna junto a la sanción externa la solución al conflicto no se haría esperar. Sobre como implantar este mecanismo ya lo hicimos en dos artículos anteriores (Como salir de Maduro y su combo, parte 1 y 2).
Solo falta una decisión política, organizarnos, hacerlo y en poco tiempo llega la victoria.
Eugenio Montoro