Por estos días nos reencontramos con esa especie de trabalenguas atribuido a uno de los grandes pensadores de la Iglesia Católica, Tomás de Aquino, que dice: “Es evidente que existe la verdad y el que niega que existe la verdad, conoce que existe. Pues si no existiese la verdad, sería verdad que la verdad no existe”. Este enredado juego de palabras nos hizo pensar en la repetida actuación del régimen narco hampón que ejerce el poder en Venezuela, lleno de curiosas situaciones de “sí, pero no”. Veamos.
Si algo repiten estos pillos es su amor al pueblo. No hay arenga en que no salga su supuesta deferencia por los pobres y los débiles, que ellos son lo más importante del mundo y solo la revolución los ayuda defendiéndolos de los crueles malucos imperialistas. Pues sorpresa, llegan unas cuantas vacunas contra el covid y los primeros que se las ponen son Maduro y Cilia. Ni para disimular se tomaron unas gotitas del elíxir mágico que promocionaban contra el virus. Allá rodó el amor al pueblo. De forma equivalente, la gasolina es escasa en todo el país, las colas son inmensas y hay que esperar hasta días para surtirse. Sin embargo, el miedo a una poblada hace que en Caracas abunde el combustible cual si fuese Narnia. Así, de nuevo, el “amor” y el trato al ciudadano está condicionado, únicamente, al interés del mandón.
Los rojos hacen alarde de ser defensores de la soberanía nacional. Amenazan a los gringos y a otros países contra cualquier intento de invasión y hacen ruido con dos aviones Sukhoi en Guyana para meter miedo por el asunto del Esequibo. Actuación para las gradas. La verdad es que los cubanos se orinan todos los días en los escritorios de los mandones venezolanos tomando las decisiones por ellos. Soberanía de plastilina. Increíble que aún se le envíe a esta isla barcos cargados de combustible mientras miles de compatriotas se ven obligados a irse y el índice de pobreza supera al 90% de la población.
En el supuesto día de conmemoración de la muerte de Chávez, el asombroso Maduro dijo que luego de Chávez habíamos tenido “ocho años de triunfos” (sic). La verdad es que el aparato de medición de triunfos del régimen está descalibrado pues a la vista está la hiperinflación más grande del mundo, la diáspora más grande del mundo, el narco tráfico más grande del mundo, la corrupción más grande del mundo, el descontento ciudadano más grande del mundo, además de perlitas como la presencia aceptada y amistosa de grupos guerrilleros y terroristas y una economía paralizada. Llevamos sí, ocho años, pero de triunfos que dan nauseas.
La inconsistencia entre el decir y el hacer es un símbolo característico del régimen menos para la ejecución de las maldades. Cuando piensan hacer algo inmoral generalmente lo hacen bien. Por ejemplo, hacer trampas en elecciones: su especialidad. Poner preso al que molesta: su rutina. Permitir la corrupción a cambio de lealtad: su contrato de trabajo. Mentir sin que se les mueva una fibra de la cara cual tahúr de póker: su mejor habilidad.
Pero todo tiene su precio y los devaneos frecuentes han hecho reflexionar a muchos de sus seguidores. La última ha sido mandar al carajo a Marx y sus ideas y apostar a la libre empresa y libre mercado. Esto ha representado una patada en los testículos a sus más fanáticos colaboradores que no entienden ese cambio de ciento ochenta grados y lo ven como una traición a sus principios. Cualquier comunista prefiere morir con las botas de pelea antes que arrodillarse a el capital, pero Maduro, en su desespero por sobrevivir, es capaz de hacer lo que sea a cambio de poder y dinero.
Nuestra obligación ciudadana no es solo “soportar la pela” de las loqueras del régimen y la de una economía en ruinas, sino también hacer lo que esté a nuestro alcance que lo debilite. Una forma efectiva es hacerlo a través de los funcionarios importantes que viven cerca. Miles de ideas existen para hacerle llegar a los representantes rojos nuestra inconformidad con lo que sucede y exigirles soluciones. Esto no es muy difícil y solo requiere una pequeña organización vecinal con el brío necesario y la conciencia patriota en el pecho.
Para los que se sientan desanimados por las pocas luces claras en el horizonte, dejen de hacerlo. Venezuela es de nosotros y no de una pandilla acorralada en Miraflores. Nosotros vamos a triunfar. Cosas buenas están por venir.
Eugenio Montoro