Heroínas y mujeres venezolanas. Por Eneida Valerio Rodríguez

Las venezolanas cuentan historias difíciles, desde tiempo de la colonia cuando la sujeción a la corona de España, les impuso formas de sobrevivencia, concluida la guerra de independencia. Los lanzazos en episodios y batallas, desaparecieron a muchos compañeros de vida de las mantuanas más connotadas de Caracas y otras poblaciones. Las viudas, estaban desamparadas y  abandonadas, incluso, por sus  esclavas quienes  también buscaron-sin encontrarla en buena medida- mejores condiciones de vida. Huir era el reto y el fracaso, una buena respuesta.

La desolación, lloraba el alma intrépida, de quienes caían en una desgracia  sin retorno. La guerra, siempre un flagelo impensable en consecuencias.

José Félix Ribas, héroe de la Batalla de la Juventud en 1814 le fue  exhibida su cabeza en La Puerta de Caracas, después de ser asesinado con un lanzazo en Tucupido en 1815. Su viuda Josefa Palacios y Blanco, tía del Libertador, optó por una reclusión definitiva en su cuarto hasta su muerte 8 años después. Nadie logró verla en aquella venganza elocuente del silencio, ni siquiera la indomable, María Antonia Bolívar Palacios y Blanco, hermana del Libertador.

La  devastada situación económica y social de Caracas y del desarticulado territorio de la naciente República, no eran augurios para quedarse. Muchas migraron, pero se vieron forzadas a regresar en peores circunstancias. El bahareque de sus destartaladas casas, comprometía la poca seguridad del alojamiento y la escasez en alimentos en tantas, agregaba más dolor a las desoladas escenas,  porque muchas perdieron asimismo, sus  hijos, sembrados en los campos de batalla. 

Luisa Cáceres de Arismendi, de las mejores familias de aquella Caracas del siglo XIX formó parte de la conocida Migración a Oriente. Buena parte de la familia y entre otros, sus padres, no completaron el periplo. Su juventud apenas alcanzada, la ofrendó en Margarita con varios hijos  a Juan Bautista Arismendi, muchos años mayor, consierado uno de los libertadores de la región. 

Prisión, exilio, fuga para regresar y encontrarse con su compañero, definieron su condición de heroína. Petronila de Mata, casada con el  Gral. en Jefe Francisco Esteban Gómez, héroe de Matasiete (1817) desafió la adversidad apoyando al intrépido insular en la contienda del cerro de la gesta, muy desigual en número de soldados y en dotación.

Concepción Mariño, hermana de Santiago Mariño, fue una gran conspiradora. En Chacachacare, estado Sucre y en su hacienda, escondía a los patriotas y le entregaba a armas que traía  desde  Jamaica. Sirvió de posta, oficio muy útil en tiempos de opresión. Josefa Camejo, de aspecto mestizo en sus rizados  cabello y ojos negros, lo hizo desde Falcón, Ana María Campos en el Zulia y Dominga  Ortiz de Páez, enfrentó en el llano, las aguas caudalosas del  rio Apure, atravesado  en plena  guerra de independencia a nado, por José Antonio Paèz,su  esposo. Dominga, curaba a los heridos y  se tiene como la primera enfermera de Venezuela.

Desde estas perspectivas de luchas, las venezolanas se prepararon para asumir la educación aprobado por el gobierno de Antonio Guzmán Blanco a finales del s. XIX .Mas de 4000  jóvenes  se educaron en  Colegios para Niñas. Destaca en aquel panorama de valientes damas, el caso de 3  hermanas de apellido Duarte. Se graduaron de Bachiller sin salir de su casa y lograron graduarse en la Universidad de Caracas en 1899 de Agrimensor bajo el rectorado del Dr. Rafael Villavicencio.

 EL voto femenino, convierte la unidad de las mujeres en un fuerte condicionamiento político, que escala posiciones. Organizadas a la muerte de Juan Vicente Gómez(1935)  en la Asociación  Venezolana de Mujeres, llaman la  atención sobre la situación del niño y la madre. Sustentan un documento con firmas suficientes a fin de participar en acciones políticas para la defensa de la democracia. Era la fase embrionaria del beneficio electoral. 

Inés Quintero, miembro de la Academia de la Historia, señala que Ana Mercedes Pérez, escribió en El Heraldo, de Caracas que tanto los hombres y mujeres, debían marchar juntos  en las urnas electorales para defender la democracia. Tal aseveración pública, constituyó una clara revelación de los retos femeninos del momento. Para lograrlo, no se dieron tregua. 

Entregaron en el Congreso más de 11 mil firmas solicitando la aprobación de voto femenino y no tuvieron  suerte, aquel 8 de marzo de 1945 cuando se celebraba por vez primera en Venezuela, el Día Internacional de la Mujer que habían considerado la mejor ocasión para aprobarse el derecho al voto, secreto y universal. No se  amilanaron y continuaron.

Consumado el golpe de 1945 se convoca una Asamblea Nacional Constituyente y en 1947  se aprueba finalmente, el voto femenino, dando inicio a una sólida  etapa de participación femenina en los partidos y otras organizaciones clientelares. 

La conquista del voto, lo fue también del arte literario, que se convirtió en movimiento de vanguardia. Las voces femeninas se levantaron contra los principios machistas del momento y mostraron la conciencia social con sus fisuras. Antonio López Ortega, señala entre estas vanguardistas a Teresa de la Parra (1889-1936) la  caraqueña de Ifigenia. La de los viajes a Europa y de gusto exquisito por las cosas del momento. La misma de varios matrimonios. Con ella, desde Barinas, Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1961) y María Calcaño en Maracaibo (1905-1955) 

Calcaño, remonta la desnudez del amor carnal al tiempo que desafía la sociedad pacata maracaibera del momento. Calcaño, dice López Ortega reivindica los juegos carnales y las pasiones terrenales en una poesía libre y sin tapujos. 

Calcaño, decimos, soñaba y daba rienda suelta a cada uno. Calcaño moría de amor y lo retomaba reviviéndolo de nuevo, para no perderlo. Jugaba al placer, con tino.

El periodismo, en tiempos de la Independencia lo endosan algunos a Simón Bolívar, como oficiante del mismo, quien con su imprenta itinerante visualizó tal importancia en la gesta libertadora. No obstante, se desconocen registros femeninos en ese largo devenir que se extenderá desde 1811 a 1821 con la Batalla de Carabobo.

La mujer comenzó en el periodismo en 1864 con El Rayo Azul, un semanario literario impreso en Maracaibo, que admitía colaboraciones femeninas, con revisiones para lo que se publicaría. Irrumpe asimismo, en manos femeninas este ejercicio comunicacional en buena parte de la geografía nacional; Mérida, Yaracuy, Lara. En cada uno, se deja sentir este desarrollo femenino del periodismo.

Cada profesión  acoge a mujeres en distintos campos y saberes. Descuella rutilante una importante cifra de profesionales y artesanas  que sigue luchando por una sociedad más inclusiva y justa. Una lucha inconclusa.

 

Eneida Valerio Rodríguez 

@eneidavalerio

 

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