Nuestra opinión profesional de aquel 11 de abril de 2002 es que hubo 3 hechos incuestionables: El primero, y más importante, es que, con la movilización popular más impresionante de nuestra historia, se derrocó a Chávez, pues fue esa increíble multitud, en marcha incesante desde la Carlota hasta Miraflores, la que produjo la renuncia de Chávez, tal como lo aseguró su entonces hombre de confianza General y Ministro de Defensa Lucas Rincón, en compañía del alto mando militar. Ello es incuestionable, pese a narrativas que tratan de desvirtuar los hechos, sobran las evidencias.
En segundo lugar, se produjo un vacío de poder, todos los representantes de los poderes públicos desaparecieron, imaginamos tratando de resguardar sus vidas porque, aunque la ley les exigía imparcialidad y no militancia, siempre fueron figuras pro gobierno en continuo proselitismo. El país súbitamente se encontró a la deriva hasta que Carmona Estanga asumió la conducción, asistido de un grupo de militares y reconocidas figuras políticas.
En tercer lugar, la “gran metida de pata” como decimos en criollo, se produjo un golpe de Estado cuando el curtido empresario, pero inexperto en política, pésimamente asesorado, desconoce la Constitución de la república e instituciones del Estado, mal que bien electas conforme a la ley… Estos 3 hechos ocurrieron ese 11 de abril de 2002.
Lo inexplicable es que, indistintamente haya existido golpe de Estado, Chávez no debió haber retornado a la presidencia, lo constitucional habría sido convocar nuevas elecciones presidenciales a exigencia de nuestra carta magna ante las faltas absoluta de los primeros mandatarios, repetimos, Chávez había sido derrocado, además fue el culpable de haber producido la dantesca crisis política/económica que, dicho sea de paso, hoy se mantiene. El retorno de Chávez a Miraflores fue (y es aún) inexplicable.
Esta segunda semana de abril 2021 hubo elecciones en Perú y Ecuador, así como meses atrás en Bolivia, Argentina, Uruguay y básicamente en toda Sudamérica, propiciando cambios de rumbo, nuevas propuestas, liderazgos, en fin, la democracia de esos países se oxigenó… de eso se tratan las democracias, imperfectas pero perfectibles.
Mientras todo es ocurre, en Venezuela, el país con uno de los peores comportamientos económicos del mundo, con la depauperación de la calidad de vida más grave, en las últimas dos décadas no ha habido cambio de rumbo, estrategias, liderazgos y la democracia cada día perece un poco más ¿Por qué? Porque no hay institucionalidad.
En política las ideologías son idiotizantes. Nada tiene que ver la prosperidad de las naciones con el cuento de pertenecer a corrientes de izquierdas o derechas ¡Nada! Lo que sí tiene que ver con la prosperidad es la institucionalidad, es decir, el apego a la ley que tienen los gobernantes, las instituciones del Estado, los ciudadanos. Mientras más institucionalidad predomine mejor será la calidad de vida, caso contrario, mientras las instituciones sean tentáculos de partidos políticos el país se degenerará a niveles vomitivos, las ideologías son el vehículo por excelencia de la desinstitucionalización.
Por ello, no es casualidad que en Venezuela lo público sea sinónimo del Psuv, que quienes conducen la nación lo hagan desde un partido, desde la imposición forzosa. Ojalá que para el próximo abril 2022 todo sea radicalmente distinto para nosotros.
Leandro Rodríguez
@leandrotango