El Tribunal Supremo de Brasil han confirmado este jueves por la tarde por 8 votos a 3 confirmar el fallo decidido en solitario por uno de ellos que anuló el mes pasado las condenas contra el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva por corrupción en el megaescándalo de la Lava Jato. Los tres magistrados restantes han votado en contra. Los jueces han ratificado que estos casos no debieron ser juzgados en Curitiba, en el juzgado que entonces ocupaba el juez Sergio Moro, por lo que las condenas allí impuestas quedan anuladas y los expedientes serán juzgados en Brasilia.
Lula da Silva, de 75 años, presidió Brasil entre 2003 y 2010. Acaba de recibir la segunda dosis de la vacuna de la covid. Cumplió 580 días encarcelado tras ser condenado por corrupción por Moro. Las dos penas, que sumaban más de 20 años, le impidieron presentarse a las elecciones presidenciales de 2018, que ganó el actual presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro. La defensa de Lula recurrió las condenas cuando Moro aceptó la invitación de Bolsonaro para ser ministro de Justicia, cargo que abandonó.
La anulación original de las condenas fue seguida días después por otro fallo del Supremo que supuso otra victoria judicial para el izquierdista. Los jueces sentenciaron que Moro no fue imparcial al juzgar a Lula.
El fallo del Supremo de este jueves despeja el camino de Lula hacia los comicios en los que Bolsonaro pretende buscar la reelección, convocados para octubre de 2022. Algunas encuestas recientes dan a Lula como ganador con holgura en una segunda vuelta contra Bolsonaro. Los propios encuestadores advierten de que conviene tomar estos datos con cautela porque quedan todavía 18 meses. Aunque la pandemia se agrave (Brasil sigue a la cabeza en muertos diarios), los sondeos indican que un tercio del electorado mantiene su apoyo al mandatario actual.
El expresidente salió de la cárcel a finales de 2019 por otra decisión del Supremo. Recobrada la libertad, pero aún inhabilitado para concurrir a las elecciones, tenía la intención de emprender una gira por Brasil, un plan que la pandemia arruinó. Durante estos meses se ha dedicado a reunirse con aliados y dar entrevistas.
El caso Lula es una enrevesada madeja de la que poco a poco se van deshaciendo nudos. El expresidente no ha sido exculpado. La decisión es que vuelva a ser juzgado por tres casos de corrupción en los que está acusado de recibir prebendas de empresas a cambio de contratos públicos. Ahora queda por analizar otro asunto que en principio no parece que vaya a afectar a una hipotética candidatura. El Supremo ha dejado para una próxima sesión la decisión de si todas las pruebas recabadas por Sergio Moro para condenar a Lula son válidas o quedan invalidadas por el fallo contra Moro.
La anulación de las dos condenas, el pasado 8 de marzo, fue una sorpresa para Brasil e incluso para el directamente afectado. Supuso un vuelco fenomenal en el panorama político brasileño. De repente, el izquierdista, que lideraba las encuestas cuando fue encarcelado en plena precampaña electoral hace tres años, era rehabilitado políticamente y podía regresa a la carrera. Lula no ha confirmado que se vaya a presentar, pero en este momento los comicios se perfilan como un duelo entre el antiguo sindicalista y el militar retirado. Ningún otro de los aspirantes les hace sombra hasta ahora.
El País