Luis Manuel Otero Alcántara lleva años denunciando las detenciones “arbitrarias y violentas” a que el Estado cubano le ha sometido por supuestas “causas comunes”. Acompañadas de multas, intervención de sus servicios de telefonía e internet, campañas que lo desacreditan como “mercenario” del Gobierno de EE. UU. en medios estatales, así como amenazas y presiones de agentes de la Seguridad del Estado contra él, sus familiares, amigos y vecinos, según detallaba ya en 2018 a DW.
Pero Otero Alcántara se niega a renunciar a su artivismo, a su arte performativo, incómodo, provocador, mezclado con activismo político. Y se niega también a radicarse fuera de Cuba, como han hecho otros artistas o activistas cubanos ante la censura o la represión estatal. Insiste en ello en entrevistas y en redes sociales.
La de este fin de semana, “es la tercera irrupción ilegal que hace el Gobierno desde noviembre en la casa de Luis Manuel”, que es al mismo tiempo sede del Movimiento San Isidro, recordó a DW, desde La Habana, la periodista independiente Luz Escobar, reportera del diario digital 14yMedio.
En la primera, desalojaron la huelga de hambre y sed con que el artivista protestaba, junto a otros, contra el juicio exprés a un rapero y activista disidente, además de contra la represión a otras acciones de protesta. En la segunda, este abril, “se lo llevaron detenido y robaron sus obras”, y lo hicieron, como la vez anterior, “de manera violenta y sin orden judicial”, subraya Escobar.
“Ahora, entraron de madrugada y se lo llevaron a un hospital sin informar a la familia”, resume la reportera independiente, a quien agentes de la Seguridad del Estado han impedido abandonar su domicilio por varios días consecutivos, como a otros periodistas independientes, artistas y activistas como Otero, según denunció en Twitter y confirmó a DW.
Versión oficial contradictoria
Escobar insiste en la legitimidad de la protesta y las demandas de Otero Alcántara: devolución e indemnización de los daños a sus obras, fin del cerco policial a su vivienda y garantías para la libertad de creación y expresión. Y recuerda que el recurso extremo del artivista a la huelga solo llegó después de múltiples detenciones por hacer estos reclamos en la puerta de su casa, pese al cerco policial para impedirle salir, y la interrupción de los servicios de internet, que se mantuvo para aislarle durante la protesta.
Los medios oficiales cubanos, únicos legales y de amplio alcance en la isla, han difundido informes de las autoridades de salud y un corto video editado y silenciado, con los que desmienten la huelga y afirman que Otero Alcántara presenta “parámetros clínicos y bioquímicos normales” y entró al hospital “deambulando sin dificultad”. Sin embargo, lo mantuvieron hospitalizado, justificándolo con “la vocación humanista de nuestra revolución”, y reportaron su “evolución estable”.
“Hasta ahora no tenemos la versión de Luis Manuel, solamente la oficial. La familia tampoco se ha pronunciado de manera pública”, advirtió Escobar este lunes (3.05.2021) a DW. Y recordó que, tras su huelga de noviembre, Otero contó haber sido conducido por varios hospitales y filmado por una cámara, lo que siembra la duda sobre la actualidad del video divulgado.
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Además, médicos independientes, dentro y fuera de Cuba, han cuestionado la interpretación oficial de los parámetros difundidos (especialmente la hemoglobina alta), afirmando que sí podrían coincidir con un estado de deshidratación, comenta a DW, desde México, la historiadora del arte Anamely Ramos, miembro del Movimiento San Isidro y una de las huelguistas de noviembre pasado. A lo que no pocos en redes sociales añaden que no debería ser la veracidad de la huelga sino la legitimidad y el origen de las demandas lo que centre la atención.
Preocupación, indignación, desgaste
El Gobierno “apuesta por desacreditarlo, pero si estuvieran convencidos, como dicen en la prensa, de que la huelga es una farsa, no lo hubieran sacado de su casa. Lo hubieran dejado desacreditarse solo”, agrega Escobar. Además, insisten en el cerco a periodistas independientes y activistas, de los que al menos una decena han sido detenidos y algunos están siendo procesados por intentar visitar a Otero durante su huelga, informa.
DW intentó comunicarse este lunes con la internacionalmente reconocida artivista Tania Bruguera, miembro del 27N, otro movimiento de artistas e intelectuales surgido a raíz de la protesta pública solidaria con el Movimiento San Isidro. Pero Bruguera, que ha sufrido múltiples detenciones arbitrarias en los últimos meses y fue sometida a una medida cautelar, estuvo incomunicada, con la telefonía móvil e internet cortadas durante varias horas, corroboraron fuentes del Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), fundado por ella en La Habana.
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Mientras tanto, Ramos confirmó a DW la “militarización” del hospital en que han recluido a Otero: solo en una sala sin más pacientes, atendido por médicos militares no habituales del centro, con un operativo policial en las inmediaciones, sin acceso a familiares, amigos cercanos o un sacerdote. Con la excepción, hasta este lunes, de un tío que reportó que el artivista se hallaba “sedado, muy deshidratado y débil”, y que le estaban suministrando sueros.
El recurso extremo a huelgas de hambre, o hambre y sed, no es nuevo para Otero, para el Movimiento San Isidro, o para otros disidentes en el país, recuerda Ramos. Las reacciones dentro y fuera de Cuba pasan por “la preocupación y la indignación por haber llegado a un punto tan extremo ante demandas que se atenderían en cualquier país democrático, porque vienen de violaciones evidentes de los derechos humanos”, dice.
Pero Ramos también nota “una especie de rechazo por desgaste”, por la suma desacostumbrada de protestas y debates políticos polarizados en las redes sociales cubanas. Pese a esto, el apoyo es “masivo”, pero no acaba de expresarse del todo “por miedo”, “por falta de práctica cívica” y, “sobre todo, por irresponsabilidad social, una patología cubana después de 60 años de un Estado totalitario”, subraya.
La activista, historiadora del arte y profesora universitaria, impedida de ejercer la docencia en Cuba por su postura política, asegura que muchos cubanos han perdido la esperanza de ver cambios políticos en la isla; así que emigrar es “el anhelo de la mayoría de la juventud cubana”. Y, en una sociedad económica y políticamente estancada, con un “sentido común perverso”, lamenta, “resulta extraño que haya una persona dispuesta a poner en peligro su vida por reivindicar derechos”.
Crisis políticas y situación revolucionaria
En este contexto, las redes devuelven también múltiples señales de apoyo al Gobierno y los medios oficiales, cuestionamientos y hasta burlas a la situación de Otero Alcántara. No obstante, Ramos observa y se siente parte de “una situación revolucionaria, con un grupo grande de jóvenes que han dicho: No quiero más esta vida, esta simulación. No quiero que mi anhelo tenga que ser irme o callarme. Y están demandando con todas sus fuerzas al Estado que los deje participar. O que dejen el poder y las prácticas profundamente injustas que generan a nivel social, violando sus propias leyes, su propia Constitución.”
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Artistas, intelectuales y otras personas comunes que no estaban hasta ahora directamente relacionadas con la política “han ido despertando y se han ido articulando, generando espacios autónomos, con ayuda de las redes sociales y del periodismo independiente”, cuenta Ramos, con moderado optimismo. Mientras, la prensa oficial sigue “vendiendo Cuba como una sociedad progresista, humanista, que respeta la vida y los derechos de la gente”, pese a “la represión profunda a todos aquellos que se atreven a decir algo distinto a lo que el Estado promulga como política y como discurso”, advierte.
“Cuba es impredecible, pero ellos están sintiendo la presión”, opina la periodista independiente Escobar, que reporta el despliegue de policías, fuerzas de la Seguridad del Estado y antimotines en la capital cubana. “Las crisis van a ser cada vez más frecuentes porque el Estado no está cediendo en nada, está desubicado”, prevé por su parte la historiadora del arte y activista Ramos: “No se dan cuenta de que hay una nueva generación pujante que –pese al temor a represalias serias como la cárcel o más graves- no va a permitir que la silencien.”
DW