El estado de la Unión. Por Luis Acosta

Este examen que hacen los norteamericanos cada año es hermoso y regularmente placentero. Empezando por el título que los obliga a enseñar lo testimonial de su país por dentro a sus nacionales. En efecto, cuando se habla del Estado de la Unión, se refiere a los estados federales en sus proporciones internas. Es decir, cómo están los 50 estados en relación a lo particular de cada uno y como van en su desarrollo y firmeza constitucional, humana y emocional.

En esa composición natural y real se nota la independencia de su vida cívica, doméstica y, en general, su vida política. En efecto, tocamos este tema no para detallarlo pues es muy extenso y lo parcial no pega, sino para evidenciar el hacer y deshacer de su acción pública, diaria y humana, que nada tienen que ver con los funcionarios del estado que son del ejecutivo o poder político y la Casa Blanca, que es el trabajo administrativo y académico del Presidente y que bajo estas actividades aparecen los estados que forman el Estado de la Unión, que llevan la vida espectacular de la nación y la población vuelta pueblo.

De suerte, que observar la pelea entre los estados en la discusión pública se notan las diferencias que empiezan a señalar y vigilar las inquietudes porque se notan los pensamientos encontrados pero, lo más, porque cada cual tienen sus razones y en eso no solo buscan aclarar conceptos sino que hacen necesarios oír los criterios legales para, por último, tomar la mejor decisión con pocas apelaciones fiscales y morales.

Así funcionan los jueces y tribunales. Por un lado, los Tribunales Superiores tienen la facultad más elevada y de contenido en la fuerza legal. Luego, toda la ciudadanía sabe a qué atenerse o cual es el juez que puede y debe ver de su causa.

En principio, en la formación del Estado y su soberanía  se entona su mayor fuerza en la rapidez de su acción, tal la intervención de Adan Smith que explotó el orden doméstico y económico al proponer a la colectividad, no establecer límites en su ampliación y libertades. De allí su máxima famosa “dejar pasar, dejar hacer” dando toda la libertad para todo posible desarrollo del pueblo, estableciendo en la nación, en el orden conceptual, que todo ciudadano puede hacer en su país lo que quiera salvo lo que no les permiten las leyes. Eso logró una transformación innegable para los Estados Unidos y su crecimiento.

Después de eso, en la parte económica, se abrió el otro debate que causó sensación mundial. Era pecado moral y fiscal vender aguardiente de contrabando y fuera de las medidas conducentes establecidas para su control. De allí las espeluznantes y extravagantes anécdotas del tiempo del célebre Al Capone que burlaba al gobierno con sus hombres preparados para el crimen y el contrabando que trabajan con tanto afán y habilidad que nunca pudieron combatirlos con detenciones fortuitas y fue un largo proceso para juzgarlo y llevarlo a prisión quitándole las pertenencias que formaban parte de su patrimonio con valores adquiridos fuera de la ley y de los patrones morales. Eran los años entre 1929 y 1932.

De allí que hubo que planificar cómo atacar y combatir el crimen. Fue mediante leyes que se pudo adecentar el país y regresar al pueblo a su mayor esplendor cosa que se logró durante el periodo presidencial de FDR. de esta forma se formó un país vigoroso por su poder para el combate y defensa de la nación; ingenioso, para conseguir su desarrollo y crecimiento legal; y presto a perseguir el crimen organizado y el desorden público. 

Todo esto, para disponer de unos comentarios con el objeto de destacar las dificultades y el trabajo necesario para organizar los pueblos y los países. Por esta vía, también podemos experimentar que la pandemia revolcó a muchos gobiernos, mató cientos de miles de seres humanos y puso al conocimiento público los peligrosos elementos que manejan las poblaciones cuando no han hecho las cosas bien. Luego, no tienen cómo pagar los alquileres en tiempos de dificultades por la falta de ahorro que no fue considerado en su oportunidad para solventar las calamidades o gastos fortuitos; o no tener una vivienda a pesar de su mayoría de edad y la familia llora su mala suerte al no tener la tranquilidad en su hogar. Entonces, este golpe de la pandemia nos debe enseñar a tener seriedad con la vida y responsabilidad con nuestras obligaciones y deudas para no convertir la vida de nuestras familias en una vida azarosa y llena de atajos y muecas que le muevan el piso a nuestra felicidad. ¡Que así sea!

 

Luis Acosta

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