Hay imágenes que son para siempre. Unas buenas y placenteras que guardamos celosas, otras, desaceleradas en la incomprensión. Allí, ubicamos las grises, protagonizadas en parte, por políticos que en la base cultural de estos días, dejan a la perplejidad, espacios suficientes para analizar sus destemplados comportamientos. Citamos a Nayib Bukele, quien llegó por vez primera a la ONU en 2019 como presidente de El Salvador.
Su discurso, contradictorio y tremendista, se nos grabó muy claramente. Lo percibimos como otro populista más, quienes por estos años y validos de la magia de la publicidad en crecimiento exponencial, se esconden para engañar a millones de almas. Bukele, se alió con su discurso ramplón a ese contagio que arrasa inmisericorde a buena parte del liderazgo de regímenes democráticos, tentados por el autoritarismo y el rechazo a la disidencia, entre otros riesgos.
El mandatario salvadoreño,a una velocidad impresionante, ya que está a mitad de su periodo, avanza rápidamente, destruyendo la institucionalidad del pequeño país centroamericano. Destituyó de manera arbitraria a los integrantes de la Sala Constitucional y al Fiscal General de su país.
Hizo lo mismo con los jueces de más de 60 años y su discurso de inclusión pronunciado en aquella Asamblea General de la ONU cuando pretendió erigirse en modélico, entraba en contradicción con lo demandado en esa instancia internacional, como era la necesidad de implantar cambios debido a la obsolescencia de la institución. Se hizo un selfi y pregonó que las nuevas Tecnologías eran herramientas ausentes en la organización de más de 70 años. Pidió mesura en el gasto de la institución. Se trataba de un populista y aquellas imágenes que lo aseguraban, arruinaban su discurso a todas luces improvisado y carente de contenido propio de un Jefe de Estado.
Cuando pretendes que el daño de tales posiciones populistas, son insostenibles y que las mayorías a su vez, consideran las nuevas generaciones de políticos protagonistas para revertir los nocivos resultados heredados, encontramos peores conductas. Líderes que cuestionan los vicios,pero los enriquecen de forma irracional.
Fue desconsiderado con la organización que agrupa a más de 190 países, contra los cuales, disimuló burlas soterradas.
Bukele, al cesar en sus funciones al Fiscal General de aquel pequeño país de más de 3 millones de habitantes, aseguró continuar sus propósitos de reformar la Constitución para permitir la reelección indefinida. No se amilanó, ante los reclamos pertinentes, pero, cuando vio las respuestas de la población salvadoreña con sendas pancartas agresivas y críticas contra su conducta, entonces, moderó en parte su discursiva.
Las Redes Sociales, invocadas en el 2019 en la ONU como paradigma libertadoras le jugaron un mal momento. Las pancartas utilizadas por los manifestantes, le criticaron, juzgaron y condenaron y las protestas dieron vuelta a la noticia en forma rápida y oportuna. Bukele, recibió lo suyo acompañado de una baja estrepitosa de apoyo popular, aunque sigue alta. Las limitaciones impuestas a la libertad de expresión, señalan lo difícil de someter al hombre de una vez.Una vergüenza, pretenderlo cuando has cuestionado a otros, las mismas pretensiones.
Se olvida o desconoce, el papel jugada por la ONU para poner fin a la guerra civil que sacudió por 12 años al pequeño país centroamericano. Las firmas de los acuerdos se dieron en 1992 gracias en buena parte, a ese organismo, que oportunamente logró en,la firma del Acuerdo de Chapultepec, en México.De esa actuación, el Frente Farabundo Martí, protagonista del conflicto cambió el uso de las armas por el camino de la paz, que requirió, por cierto, varios años consolidarse. Asimismo en 3 años de negociaciones, se tomaron otras decisiones fundamentales para beneficiar la convivencia en un marco de menor conflictividad.
La guerra civil dejó más de 50 mil muertos.Representaban estas cifras un porcentaje importante de la población,de manera que las consecuencias, fueron difíciles en todos los aspectos de la vida. La población, que sobrevivió a la matanza por tan largos años, se marchó principalmente a EE.UU. Allá, se convirtió en motor rutilante de la fuerza económica del mismo y las remesas enviadas a familiares ,ocupan significativos ingresos al país centroamericano.
Con todo esto, el presidente salvadoreño,sigue adelante y en ese comportamiento, se negó recibir al enviado de EE.UU cobrándose así, el trato dado en su visita a ese país donde no fue atendido por ninguna autoridad relevante de la administración Biden, que previamente había fijado posición sobre las tendencias negativas de Bukele. Esas relaciones se han enfriado rápidamente.
En un acto de soberbia y arrogancia, cuestionó al país del norte y de esa manera, se alineaba con los gobiernos de América Latina, caso concreto Venezuela, cuyo gobierno le rinde beneficios a su populismo, cuando lo considera pertinente y tanto la oposición como el régimen reciben lo suyo desde un manoseado discurso tremendista e irresponsable.
La violencia es un canto a la vida cotidiana de El Salvador. Las Maras, pandillas fundamentalmente de jóvenes, sustituyeron aquellas escenas violentas de los años de guerrilla y no han sido desaparecidas del todo, aunque fue su compromiso electoral. El crimen organizado para algunos marcó el inicio de aquella guerra civil cuando en 1980 y en plena celebración eucarística, fue asesinado Mons.Oscar Arias,crítico acérrimo de las condiciones sociales y humanas de aquella población, en medio de la guerra.
Aquella noticia, conmocionó por su barbarie al mundo. Hoy San Oscar Arias, continúa siendo ejemplo de resistencia en la templanza espiritual y en medio de grandes calamidades.
Eneida Valerio Rodríguez
@eneidavalerio