Ya el mundo libre y democrático creía que había pasado la página con relación a las andanzas y fechorías de Anastacio Somoza y su pandilla de criminales en Nicaragua; indescriptible el sufrimiento de este aniquilado país centroamericano, del que se liberó una vez que los factores democráticos de la sociedad hicieron causa común con el Movimiento Sandinista y lograron sacudirse de encima el yugo de un somocismo ya debilitado, lo cual condujo a la instauración de un gobierno democrático, a cuyo término institucional le sucedió una nueva gestión fundamentada en la libertad y el Estado de Derecho, esta vez presidida por la señora Violeta de Chamorro, de signo ideológico diferente, viuda de uno de los opositores al régimen de los Somoza, asesinado por esta dictadura.
Volvió el Sandinismo al poder al concluir el período de Chamorro. El proceso democrático tuvo su fin cuando Daniel Ortega se adueñó del movimiento político del que formaba parte, para ponerlo a su servicio exclusivo, al de sus familiares y cómplices más incondicionales, hasta involucionar y volver a revivir las prácticas dictatoriales de los Somoza. En esa nefasta y perversa regresión, el señor Ortega se prepara para iniciar su cuarto período gubernamental –o dictatorial– consecutivo, acompañado de su esposa en la segunda jerarquía del régimen.
Tuve la feliz oportunidad de conversar, en una clínica donde coincidimos como pacientes, con un nicaragüense que huyó de su país y se encuentra de incógnito en Venezuela visitando unos familiares. Tan pronto como lo permitan las circunstancias se trasladará a Colombia; allí fijará su residencia en calidad de aspirante a un asilo. Afirma el perseguido “nica”, y lo hace con la seguridad de quien está convencido, que Nicaragua es víctima de los peores crímenes que conoce la comunidad contemporánea.
Enfatiza el informante centroamericano que la cúpula dictatorial de su país está incursa en graves delitos; que probablemente Nicaragua es una réplica de lo que está ocurriendo en otros países de Latinoamérica, cuyos gobiernos son evidentemente dictatoriales y fundamentados en el mismo signo ideológico en el que ha caído Daniel Ortega. Señala mi contertulio nicaragüense que los principales cómplices de este dictador, del mismo modo que ocurre con sus iguales en otros países, son ladrones, asesinos, terroristas y narcotraficantes. ¡Vaya usted a saber en qué parte de nuestra tierra americana está sucediendo lo mismo que en Nicaragua! Les recuerdo: el 21 de noviembre hagan buen uso de su voto; déjese orientar para que empecemos a salir de lo malo.
Antonio Urdaneta Aguirre
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