Una Costa Rica sumergida en la pobreza, es el desafío del nuevo Gobernante

La Carpio nació pobre, y ahora lo es más. En este barrio de casas precarias y calles estrechas en San José, varios de sus habitantes perdieron el empleo en la pandemia, agravando una situación que deberá resolver el próximo presidente de Costa Rica.

Líder en protección medioambiental y con la democracia más sólida de la región, Costa Rica va a las urnas este domingo a elegir un nuevo gobernante para este país, que según la Comisión Económica Para América Latina y El Caribe (Cepal), sufrió una de las mayores caídas de empleo en América Latina entre 2019 y 2020 (-14%), junto con Perú.

«Antes hacía limpieza en casas, pero en pandemia no me llamaron más. Mi esposo tuvo un accidente, le cayó un portón en el pie y ya no pudo trabajar. (…) Empecé a hacer empanadas y las vendía en construcciones. Donde veía un proyecto, me ponía a vender», dice Maricela Méndez, de 30 años y cinco hijos.

Junto con su pareja logran hacer 100.000 colones al mes (157 dólares) y viven en una casa de paredes de bloques de cemento, con dos habitaciones, donde el agua potable llega de forma intermitente por tuberías artesanales.

La Carpio, marcada por la delincuencia, nació en los años 90 en la periferia la capital, rodeada de ríos contaminados y un botadero de basura. Hasta allí llegaron refugiados de la guerra civil de la fronteriza Nicaragua. Hoy ocupa 63 hectáreas, tiene unos 52.000 habitantes, entre migrantes y costarricenses en pobreza.

El país con el índice más alto de felicidad en el continente vio también crecer su pobreza de 21% en 2019 a 26,2% en 2020.

Actualmente, esa cifra está en 23%, con un 6,3% en pobreza extrema, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) y la Cepal.

Según ambas entidades, estas cifras, potenciadas por el covid-19, no se veían desde 2008, en un país que tiene en el turismo uno de sus motores económicos. En 2020 este cayó más del 60%, aunque en 2021 empezó a recuperarse.

«La pandemia nos complicó demasiado. Pedí ayuda en instituciones y nunca respondieron. (…) A veces no comíamos», confiesa Maricela.

Cepal asegura que Costa Rica, junto a Brasil, será de las naciones que más durarán en recuperarse «debido a los recortes de las ayudas estatales».

«Estábamos en ruta a bajar la pobreza del 20% por primera vez en la década, pero la pandemia cambió todo», expresó Juan Luis Bermúdez, director del estatal Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS).

Costa Rica acumula una deuda de más de 70% de su PIB y evalúa cómo atacarla. Entre las alternativas está reducir las partidas que salen del Gobierno. Bermúdez niega que habrá recorte en inversión social.

«Las intervenciones del Estado lograron contener, en al menos cuatro puntos porcentuales más, el crecimiento de la pobreza», adujo.

El tema quedará en manos del próximo gobernante. El centroizquierdista José María Figueres y la socialcristiana Lineth Saborío van en primero y segundo lugar en las preferencias, aunque sin amplia mayoría, lo que anuncia una segunda vuelta el 3 de abril.

Otro indicador económico es el desempleo, que cerró en 2021 en 14,4%, cuando en la prepandemia (2019) estaba en 12,4%. Para las mujeres la estadística es peor: 17,3%.

«A mí me despidieron de mi trabajo (en un supermercado). Fue una experiencia dura. No sabíamos qué hacer. Tuvimos que ajustar con el salario de mi esposo (…). Pasamos a comprar solo arroz, frijoles y carne de vez en cuando. Hubo una semana que solo comimos huevo», cuenta Maura Ríos, de 41 años y madre de dos hijos.

Con el apoyo de una asociación de desarrollo local, aprendió en pandemia a hacer artesanías para vender, y cuida a un adulto mayor.

– «Otros están peores»- 

La nicaragüense Marta Arias vive en Costa Rica desde hace 25 años y se instaló en El Erizo Juan Santamaría, Alajuela, un barrio pobre al noroeste de la capital, también acechado por la delincuencia, y donde varias casas tienen áreas expuestas o con techos endebles. El único lugar de esparcimiento para los niños es un maltrecho campo de fútbol.

«Vivimos aquí por necesidad, no porque nos guste. No quiero nada regalado, pero quisiera la oportunidad de una casa (…)», dijo Marta, una vendedora de 39 años, con tres hijas y una nieta. Tiene ciudadanía y derecho a voto en Costa Rica.

Vecina del barrio, Sonia Zúñiga, costarricense de 55 años y madre de tres hijos, confiesa que «hubo que reducir mucha cosa, muchísimo… y jugármela yo a hacer menos cosas [para comer] para solventar todo lo que se tenía que pagar».

Pero mantiene el optimismo. «Tenemos que dar gracias a Dios que, a pesar de que hemos pasado limitados, algo aparece. Otros están peores que uno».

 

 

 

Con información de AFP

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