La maestra María Eugenia Ceballos despertó antes del amanecer para salir a tiempo de su casa en su primer día de clase del nuevo año escolar en un centro público, donde su salario no supera los seis dólares, que complementa con más horas de enseñanza en un colegio privado, en el que percibe 120 dólares mensuales más.
Esta semana, la docente retomó la rutina en la que, tras cinco horas de clase en una de las escuelas, camina unos dos kilómetros hasta el otro colegio, donde trabaja durante la tarde, algo que hace más por vocación que por el sueldo.
El primer día ya se gastó en transporte un dólar de su presupuesto, con el que -explicó a Efe– tiene que hacer complejos ajustes para además costear la alimentación y la educación universitaria de su hija.
Extenuada por la jornada, afirmó que la única motivación para seguir siendo docente es escuchar a los niños cuando le dicen que está linda o que aprendieron algo nuevo.
Pese a las recientes declaraciones de la ministra de Educación, Yelitze Santaella, quien señaló que se dará respuesta al problema salarial de los maestros cuando se den las condiciones económicas, María Eugenia, incrédula, se agarra del único hilo que le queda para continuar: su vocación.
La maestra ha participado en algunas de las 3.185 protestas de docentes se registraron en Venezuela durante el período escolar 2022-2023, según la Federación Venezolana de Maestros (FVM), mientras sigue dando clases, pues cree que abandonar las aulas, como hicieron numerosos colegas, afecta a los niños.
«Yo sigo adelante, me gusta mi trabajo, enseñar, educar, estar con los niños. No he dejado de trabajar allí porque de verdad que es una institución que me ha dado las ganas de seguir trabajando a pesar de que no somos bien pagados, no tenemos nada», declaró a Efe.
De acuerdo con cifras oficiales, esta semana unos 8,82 millones de niños y adolescentes empezaron, de forma progresiva, el año escolar, el tercero que arranca en medio de protestas de docentes, que reclaman aumento de sueldos y respeto a la contratación colectiva.
El coordinador general de la ONG Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), Carlos Trapani, dijo que en los últimos años se ha recurrido a los horarios mosaico, que consisten en que «en algunos centros educativos los niños tienen clases solo dos días de semana y los otros tres no, para que el docente pueda dejar la docencia y hacer otras actividades para completar sus ingresos».
La presidenta de la Formación de Dirigentes Sindicales (Fordisi), Griselda Sánchez, explicó a Efe que en este curso los maestros mantienen la medida de incorporarse de acuerdo con sus posibilidades, pues -aseguró- muchos no tienen recursos para desplazarse o alimentarse para ir a trabajar todos los días.
Entre las quejas del sector, María Eugenia enumeró, además de los bajos salarios, la falta de un seguro médico o de bonos para transporte y las condiciones estructurales de las escuelas, que dificultan sus labores.
A esto se suma, prosiguió, la migración de los profesionales, no solo a otros países, sino también a otras profesiones, empujados por la necesidad de aumentar sus ingresos, lo que sobrecarga a quienes siguen ejerciendo la docencia.
Ante la situación, han surgido varias ideas, como la del coordinador sectorial del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomerio), Fausto Romeo, quien propone bonos respaldados por el sector empresarial y un programa de apadrinamiento de centros educativos para recuperar infraestructuras.
Romeo considera que la crisis educativa es estructural y no se limita al sector público, por lo que se requiere, aseguró, la intervención de todos los sectores para superarla y evitar que empeore, pues incluso ha puesto en peligro la preparación de nuevas generaciones de docentes.
«Las escuelas de Educación están con una falta de estudiantes para esa carrera en específico y nosotros tenemos que entender que si no recuperamos eso, el día de mañana nuestros nietos ni siquiera van a tener un profesor, un maestro para poder llevar adelante esto», advirtió.
Con información de El Nacional