Las grandes potencias -Rusia y China frente a EEUU y Europa- volvieron a chocar hoy en el Consejo de Seguridad de la ONU por la cuestión de la crisis climática y la inseguridad alimentaria, en teoría uno de los asuntos que goza de mayor consenso mundial.
La sesión había sido convocada por Guyana como su ‘evento del mes’ al presidir este febrero el Consejo de Seguridad, considerando que el cambio climático, unido a la inseguridad alimentaria que provoca, está forzosamente ligado a la proliferación de conflictos armados.
Sin embargo, tanto el representante de Rusia como el de China pusieron en duda que el Consejo fuera el foro donde deban tratarse las cuestiones climáticas, según su tesis tradicional, pero hoy fueron más lejos, y acusaron a los países occidentales de haber practicado y seguir practicando un «colonialismo» que es el verdadero acicate de la inseguridad alimentaria.
Como es habitual, el tono más agresivo fue el utilizado por el embajador ruso Vasili Nebenzia, quien pidió reflexionar cómo «frente a los beneficios astronómicos del complejo agroindustrial de Occidente, la amenaza del hambre se siente de forma más aguda por países en desarrollo con poblaciones en crecimiento».
Según el ruso, esto se debe a que «los colonizadores occidentales en el pasado cultivaron las tierras en sus colonias para extraer el máximo beneficio y asegurar la alimentación de sus propias poblaciones».
Nebenzia señaló a continuación que uno de los factores que agravan la inseguridad alimentaria son las sanciones que se aplican precisamente -aunque no lo dijo- a países aliados de una u otra forma con Rusia, como Cuba, Venezuela, Bielorrusia, Corea del Norte o Irán.
Y terminó por alertar contra los supuestos objetivos ocultos de la asistencia alimentaria en todo el mundo: «Por cada dólar que (los poderes coloniales) gastan en asistencia, les van a exigir sacrificar su soberanía e independencia política, y muchos países africanos ya lo han sentido en sus carnes, (pero) no van a tolerar más estos enfoques».
El embajador chino, Zhang Jun, abundó prácticamente en las mismas ideas de su colega ruso: «La asistencia humanitaria no debe usarse como palanca de presión, ni tampoco estar sujeta a condiciones políticas», y puso el ejemplo de Afganistán, donde siempre pende sobre el régimen talibán la amenaza del corte total de asistencia si no mejora la situación de las mujeres.
Zhang culpó a los subsidios agrícolas en Occidente y al poder casi monopolístico de las grandes multinacionales alimentarias, casi todas occidentales, por «crear una turbulencia y un desequilibrio en el mercado global alimentario».
Tanto el embajador ruso como el chino subrayaron que sus países proveen asistencia alimentaria a los países del tercer mundo, tanto técnica como financiera, una asistencia que en el caso de China llega a 130 países beneficiarios y que, según Rusia, carece de cualquier condicionamiento político.
La sesión fue abierta por el secretario general de la ONU, António Guterres, quien recordó que en 2022 el clima y los conflictos armados fueron las principales causas de la inseguridad alimentaria aguda para 174 millones de personas, y citó entre sus manifestaciones más evidentes las inundaciones y las sequías que destrozan cosechas, cambios en los océanos que perturban la pesca o la degradación de tierras y de aguas subterráneas.
Entre los países que más están sufriendo esta relación entre hambre y conflicto citó los casos de Siria, Birmania, Gaza (Palestina), Haití, Etiopía y Sudán, lugares todos ellos donde millones de personas han pasado a depender de la asistencia internacional para alimentarse.
Pero Guterres añadió la «grotesca» situación que supone que en este mundo con tanta crisis alimentaria «un tercio de la comida se malgasta mientras que cientos de millones de personas se acuestan cada noche con hambre».
El secretario ejecutivo de la Convención para el Cambio Climático, Simon Steill, recordó que la relación entre hambre y conflicto es antigua, pues «históricamente, las revueltas del pan encendieron revoluciones y tumbaron a gobiernos», y la competición por las tierras cultivables es una constante en tiempos de sequía y calor, y suele derivar en violencia intercomunal o entre países.
Pero sobre todo lamentó las graves carencias en la financiación de las políticas climáticas: «Las finanzas necesarias para la adaptación climática son al menos diez veces mayores» que los actuales flujos públicos» existentes.
Con información de Banca y Negocios