La armonización facial ha sido malinterpretada a lo largo del tiempo, muchas veces asociada exclusivamente a la inyección de grandes cantidades de ácido hialurónico para resaltar la belleza. Sin embargo, la realidad es diferente. En el contexto actual de la Medicina Estética, la armonización facial se refiere a un conjunto de tratamientos mínimamente invasivos que, al trabajar en conjunto, buscan relajar, regenerar, restaurar, tensar y reponer volúmenes en el rostro de manera progresiva. Esto mejora todos los tejidos faciales.
Este enfoque acompaña el proceso natural de envejecimiento, que incluye el afinamiento de la piel, la aparición de pliegues y arrugas por el movimiento muscular, así como el desplazamiento de los panículos grasos, entre otros factores. La idea es proporcionar a los tejidos la capacidad fisiológica necesaria para recuperarse, lo que ayuda a ralentizar el deterioro celular relacionado con el envejecimiento, logrando así un rostro saludable y armónico que se verá de manera natural.
Existen múltiples herramientas estéticas disponibles para llevar a cabo este proceso. La elección del tratamiento debe hacerse de manera personalizada, teniendo en cuenta las necesidades específicas de cada paciente. Entre las opciones más efectivas se encuentran los neuromoduladores como el Botox, Endolaser, Láser de CO2, enzimas recombinantes, exosomas, polirevitalizantes, radiofrecuencia fraccionada y bioestimuladores de colágeno. Un diagnóstico adecuado es crucial para determinar el orden de aplicación de estos tratamientos, lo que puede llevar a resultados altamente satisfactorios.
La armonización facial, así entendida, busca ofrecer a los pacientes la oportunidad de lucir su mejor versión, asegurando que el proceso sea natural y en acorde con el propio envejecimiento del individuo.
DCN/Agencias