«Fe y violencia son incompatibles», fue la premisa del Papa Francisco, cuando el pontífice se dirigió a los fieles y peregrinos desde la Plaza de San Pedro, y refirió que «la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a cualquier tipo de violencia».
Bajo un sol ardiente, que se asomara a la ventana de los apartamentos del Palacio Apostólico del Vaticano para escuchar su alocución y rezar juntos el tradicional Ángelus dominical.
La aparición del papa Francisco levantó un clamor entre los asistentes, que se aplacó cuando fueron bendecidos y saludados por el pontífice con un «Buenos Días».
Antes del rezo, el papa señaló que «el Evangelio no autoriza en absoluto el uso de la fuerza para defender la fe».
«Fe y violencia son incompatibles», exclamó en dos ocasiones el papa argentino. Jorge Mario Bergoglio aludió a Jesús cuando avisó a sus discípulos: «¿Pensáis que he venido a traer la paz en la tierra? No, yo os digo, también la división».
El papa explicó que «Jesús no quiere dividir a los hombres entre ellos, al contrario: Jesús es nuestra paz y reconciliación». Pero esta paz no es neutralidad, no es un compromiso a cualquier coste, señaló.
«Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo, elegir el bien, la verdad, la justicia, aunque requiera sacrificio y renunciar a los propios intereses».
Añadió que «la fe no es una cosa decorativa, ornamental, vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión como si fuera una tarta que se decora con un poco de nata».
«La fe -subrayó- comporta elegir a Dios como criterio base de la vida. Dios no es un vacío, no es neutro, es siempre positivo, después de que Dios vino al mundo no se puede hacer como si no lo conociéramos».
Tras su alocución, el papa fue largamente aplaudido y pidió a los congregados que rezaran por las víctimas del naufragio del viernes por la noche en Filipinas, en el que han muerto al menos 34 personas, y también por la delicada situación que atraviesa Egipto.